8.13.2010

Capítulo 14

Después de haberse ido a lo de su amigo para contarle todo lo que le había pasado, Agustín volvió a su casa para cenar con su familia.

Ya en la mesa todos lo llenaban de preguntas e imaginaban lo que sería poder pisar la cancha de Boca y sentirse un poquito jugador de futbol.
 También en la mesa se habló de las faltas que tendría Agustín en el colegio por tener que ir a la cancha por las entrevistas. María era muy exigente con la escuela y le hizo prometer a Agustín que tendría que recuperar todo lo que se perdería por el tema del concurso.

Ya habiendo terminado de comer, Agustín se fue rápidamente a su cuarto. Nadie en la familia lo sabía, pero Agustín era escritor, y siempre escribía sobre Boca.

Más allá de escribir sobre las cosas buenas y malas que le pasaban, Agus escribía poemas sobre el club de sus amores, y esa noche, imaginándose en la cancha jugando con su ídolo Román, Agustín escribió un poema al que él tituló “La pelota y el 10”:


“La pelota se comportaba de manera insólita. Ninguno podía dominarla.

Parecía que les hacía burla a los jugadores.

Quizá, castigada por los rústicos centrales que la despreciaban, se había ofendido.

Pero ni con el 5 cauteloso y simple ella se dejaba seducir.

En la tribuna, murmullos bajaban.

Los jugadores, al no poder domarla, no percataron que la dureza en el juego no era una solución.

Alguien dijo desde la platea: ¡que pelota sinvergüenza! Y como si ella lo hubiese escuchado, con cada minuto que pasaba se escurría más entre los pies de los jugadores.

Tiros al arco eran desviados mágicamente al lateral y los pelotazos eran pausas eternas en donde la pelota parecía visitar balcones.

Consternados los jugadores frente a los silbidos del público, seguían errando con la solución, al poner eso que algunos llaman huevo.

No percataban que a su rispidez, la pelota se volvía más incontrolable.

Algunos dicen de esa tarde que desde la cancha se escucharon carcajadas socarronas cuando la pelota hacía lo que quería después de un pase o de un remate al arco. Los más sabios dicen que era ella…

Para colmo, a los 40 minutos del segundo tiempo una de las más feroces tormentas cayó sobre la cancha.

El viento parecía el mejor aliado de la pelota, y la lluvia, el mejor amante.

Si antes hacer un pase de sólo un metro, o dos como mucho era imposible, ahora la pelota hacía lo que quería.

Corría el minuto 44, cuando el número diez del equipo local pudo dominar al balón un instante, para que un defensor contrario se deslice sobre el charco de agua cerca de la medialuna del área para derribarlo a él y a la pelota.

La tormenta había despertado a los hinchas y junto a los coros de los truenos de fondo, la cancha parecía rugir.

Si no fuera por las manos de los hinchas, todos hubiesen perdido sus remeras. El viento, veloz y pillo, pudo arrebatarle a alguno su camiseta cuando al agitarla, su corazón posó toda su fuerza en su garganta y no en su mano.

El 10 del equipo local, tomó la pelota y la acomodó con el pico al cielo para que respirase tranquila.

Protector, le ordenó al juez que aleje a la barrera del balón mientras daba unos pasos hacia atrás.

Tomó aire un instante y sucedió el milagro. Un derechazo cargado de poesía le ordenó a la pelota penitencia en el ángulo derecho del arco.

Se dice que esa tarde quedará para la historia.

La Bombonera latió como pocas veces lo hizo de la mano de un pintor con el número 10 en la espalda.

Latió por el pié derecho del 10.

Latió por la magia incomparable, de Román.”


Después de haber escrito un poema sobre uno de sus máximos ídolos y poder relajarse al menos por un rato, Agustín se propuso calmar aún más sus nervios y tratar de dormir para poder disfrutar del día que tendría mañana.

Él no lo sabría, pero sus ansias de sentirse jugador de Boca no lo dejarían dormir en casi toda la noche. Vueltas y vueltas daría en la cama para poder dormir.

De pronto Agustín se despertó sobresaltado y miro su reloj. Eran la 6 de la mañana. Pensó en seguir durmiendo, pero como se levantaría dentro de una hora decidió levantarse e ir a la cocina a tomar unos mates mientras esperaba la hora de desayunar e irse.

El tiempo paso demasiado lento para su confundida cabeza, y de a poco todos se fueron levantando para reunirse en la mesa de la cocina para desayunar.

Agustín decidió llevar a sus hermanos al colegio para matar un poco el tiempo. Ya al regreso, la hora que faltaba pasó un poco más rápido y a eso de las nueve menos cinco una bocina y un timbre lo despertaron de lo que parecía un sueño. El momento más importante en su vida había llegado. Agustín se iría a la cancha de Boca a firmar el contrato para ser jugador del club y para pisar luego el verde césped y hacer unas entrevistas.

Como un jugador profesional, como lo que siempre había soñado, la vida de Agustín ya había empezado a cambiar para siempre.

5 comentarios:

  1. cada vez mas lindo, dale que se viene lo mejor

    maria!

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  2. Eeepppaaa... parece que Agustín tiene su vena poética también ;)

    Genial... se está poniendo cada vez mejor.

    Dale Pedrín... metele pata que me pongo ansioso, ja ja ja...!!!

    Jorge

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  3. Sos un grande pelu!!!!

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  4. Muy buen poema, y eso que no soy de Boca.

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  5. no te cuelgues y subi el prox

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