10.29.2010

Capítulo Final

“…Dale campeón, dale campeón, dale campeón dale campeón…”, se escuchaba una y otra vez en la cancha. Después, el clásico, “…que de la mano, de Carlos Bianchi, toda la vuelta vamos a dar…”.

El estadio era una fiesta inolvidable y a pesar del frio, cada hincha agitaba sus buzos y remeras al compás de cada canción que se entonaba. Dentro de la cancha, los jugadores festejaban como pocas veces lo habían hecho. Todos querían saludar al máximo ídolo de la tarde, ese pibe que con la suerte de los grandes supo cambiar la historia Xeneize para siempre.

Era el momento de la vuelta olímpica, y entre los tres más experimentados del plantel, surgió la idea de llevar en andas a Agustín. Battaglia fue quien puso el cuerpo, y para sorpresa de todo el mundo, la imagen de Agustín dando la vuelta olímpica fue la imagen de ese Boca campeón.

Como por arte de magia, desde los cuatro costados se empezó a escuchar tibiamente, “…Agus, Agus, ole ole ole ole, Agus, Agus…”, para que después ese grito que había empezado tranquilo, se convierta en un grito de guerra.

El nombre de Agustín caía desde las tribunas como con la fuerza de los nombres más importantes que dio el club.

Esa tarde iba a quedar para el recuerdo de todos los hinchas de Boca, ya que cada uno vivió de la mano de Agustín su propio sueño de jugar en la primera de su Club.

Agustín lloraba y lloraba de la emoción. No podía entender lo que le estaba pasando. Todo era muy fuerte para él. Ganar el concurso, conocer a sus ídolos, y encima tener la chance de poder entrar a jugar y meter el gol del triunfo en el último minuto.

Cuando termino el partido, todos corrieron a abrazarlo a Agustín que lloraba de la emoción mientras se acordaba de su familia. Nadie podía lograr entender que un pibe que había ganado un concurso para concentrar con el plantel le había dado el triunfo a Boca en la última fecha y frente al clásico rival.

El primero que abrazó a Agustín fue Palermo, que justo se encontraba al lado suyo, para que después lo siga Riquelme y todos los demás. Se dice que ese fue el abrazo más multitudinario del mundo, ya que hasta los suplentes, como pudieron, corrieron a abrazarse con Agustín.

Caminando se acercaba Bianchi, que cuando vio a Agustín llorar de la emoción después del abrazo con sus compañeros le dijo con una sonrisa, “¡viste pibe, te hice entrar yo eh, acordate de eso!”.

Cuando Battaglia lo subió en andas a Agustín y toda la gente coreaba sus nombres, Agus lloró como nunca lo hizo en su vida. Sentía que estaba tocando el cielo con las manos y que de ahí en más, cada cosa que le daría la vida sería un regalo para él.

Esa tarde quedó en la historia para siempre, y no solo para los hinchas de Boca, sino para todo el futbol en general, ya que un chico de solo 17 años le dio el campeonato a Boca.

Esa tarde, fue solo el principio de un largo sueño que viviría Agustín, sin saber que la vida le iba a cambiar para siempre, teniendo más tardes de magia como esa.

9.27.2010

Capítulo 34

El segundo tiempo empezó con Boca dominando el partido y yendo al frente con todos sus jugadores junto con su hinchada, y a medida que los minutos pasaban, los nervios crecían al ver que no se podía empatar y el campeonato se escurría de entre los dedos.

Corría el minuto veinte cuando Román tomó la pelota en la mitad de cancha. Mientras avanzaba hacia el arco rival, el número ocho de River le cometió una falta durísima a treinta metros del arco. Si algún hincha estaba sentado, con ese tiro libre ya no quedaría nadie más sin estar parado y gritando por Boca.

Román acomodó la pelota como solo él lo sabe hacer mientras hacía indicaciones con las manos como dando a entender que haría una jugada preparada.

Los defensores de Boca ya se encontraban en el área y River no tenía a nadie parado para la contra.

Román discutió con el árbitro para que la barrera respete la distancia, a lo que el árbitro consideró inoportuno y lo amonestó. Era el momento de jugar el tiro libre. El árbitro pitó y mientras Román iba hacia el encuentro con la pelota, Palermo corría entre los jugadores rivales hacia el primer palo. La pelota fue hacia la cabeza de Palermo y como por arte de magia, Palermo la metió en el ángulo inferior izquierdo cruzándola con un cabezazo letal.

El estadio se vino abajo con el grito característico. El festejo era tremendo y en el banco de suplentes Agustín gritó el gol como pocas veces lo había hecho en su vida.

Todo parecía despertar para Boca, pero no todo era alegría. Mientras todos festejaban el golazo de Palermo y el empate, Chávez se retorcía del dolor en la mitad de la cancha.

Bianchi le indicó que salga de la cancha para que lo atiendan mientras los jugadores se ordenaban para que el árbitro restablezca el juego. En el banco había preocupación, ya que si Chávez no podía continuar jugando, Boca no tendría más cambios para hacer, ya que ningún suplente estaba en condiciones de poder jugar.

Chávez era el suplente que mejor se encontraba de los dolores de estomago, pero al parecer, el juego hizo recrudecer los dolores y parecía que no podía continuar más.

Antes de que Chávez empeore más de lo que estaba, Bianchi decidió jugar el partido con diez jugadores. Paró al equipo con  un  4 – 3 – 2, con Román y Palermo de delanteros.

Pero la falta de un jugador hizo que River empiece a dominar el partido y mientras corrían los minutos, River tenía cada vez más jugadas de gol.

River estaba dominando el partido en todos los aspectos del juego. Tocaba y tocaba hasta que se hacía un hueco en la defensa y así el partido empezó a peligrar para Boca. No solo el partido, sino la posibilidad de salir campeón frente al clásico rival.

Transitaba el minuto 40 cuando Bianchi miró al banco de suplentes. Pensaba y pensaba, pero más no podía hacer. El cansancio estaba pegando duro en los jugadores de Boca, hasta que Bianchi tuvo una idea.

“Pibe, ¿te animás a entrar?”, le dijo a Agustín. El corazón de Agustín se paralizó por completo y se quedó mudo mirándolo sin saber que decir.

“Ey, nene, ¿te animas a entrar o no?”. Agustín no podía pensar. Estaba estancado sin poder hacer o decir nada, hasta que recordó aquella noche en donde su padre le dijo que su sueño era que el pueda jugar una vez en la primera de Boca.
 “Si señor, me animo”, fue lo único que pudo decirle.

Todo el estadio enmudeció al ver que Agustín iba a entrar a la cancha. Incluso los jugadores de River insinuaron ciertas risas al ver el jugador que iba a entrar a jugar.

Agustín estaba parado en la mitad de la cancha esperando por entrar hasta que la pelota se fue por el lateral. El momento más soñado en la vida de Agustín se hacía realidad y así cumpliría su sueño de toda la vida, poder jugar en la primera de Boca.

Cuando Agustín entro, se fue a acompañar a Palermo por órdenes de Bianchi, que solo le dijo que haga lo que pueda y que si tenía la chance de agarrar la pelota se la dé a algún compañero.

Transcurría el minuto 47. Quedaba solo un minuto del adicionado por el árbitro y todo parecía que iría a un partido desempate ya que los dos equipos terminarían el torneo igualados en puntos y a seis del tercero, cuando Román agarró la pelota en tres cuartos de la mitad de cancha rival.

Primero fue el número cinco quien se la quiso sacar, a lo que Román le contesto con un caño tirado de espaldas. Después vino el numero dos y ahí Román tiro una pared perfecta en la medialuna del área rival con Palermo. El estadio estaba en silencio ya que era la última jugada del partido y la última posibilidad de ganar.

Agustín estaba parado, quieto en el punto del penal sin marca.

Cuando Román recibió de nuevo la pared de Palermo amagó a pasarle la pelota a Battaglia y así, cuando el último defensor se fue con el amague, Román pateó al arco.

La pelota hizo una comba perfecta y se dirigía hacia el palo izquierdo del arquero. Todo era en cámara lenta y más para Agustín que era un espectador privilegiado.

Cuando en la cancha se estaba escuchando el goooo, la pelota dio en el palo, y todo enmudeció otra vez. El árbitro se estaba llevando el silbato a la boca para terminar con el partido. Todo daba a entender un desempate, cuando Agustín salió corriendo hacia el arco, y con la suerte de los grandes, la pelota fue a su encuentro y al rebotarle en el arco del pie derecho, esta entró en el arco sin que el arquero de River pueda hacer nada.

Pitazo del árbitro. Final del partido, campeonato para Boca.

El estadio estallaba de felicidad y todos los jugadores fueron a abrazar a Agustín que al meter el gol, se quedó agarrándose la cabeza y llorando de la emoción.

La cancha era una fiesta y los gritos aturdían.
 Nunca se vivió una tarde así en la cancha de Boca. Nunca los hinchas corearon el nombre de un chico de 17 años, de un extraño. Nunca, hasta ese momento, habían coreado el nombre de Agustín.

Capítulo 33


Los primeros minutos del partido fueron de estudio mientras la gente alentaba a sus equipos. El medio campo se había poblado de jugadores y los pelotazos abundaban. Un relator supo decir, “se hubieran traído aviones si iban a jugar por el aire”.

Los minutos pasaban lentos hasta que en el minuto 15 el árbitro cobró un full en contra de Boca cerca del área local. El habilidoso número diez de River acomodó la pelota y con el pitazo del árbitro, éste la clavó en el ángulo izquierdo superior siendo imposible de atajar para Luchetti.

El estadio enmudeció por un instante y los hinchas visitantes deliraban de alegría. Minuto diez y siete, uno a cero River. Pero como si los hinchas Xeneizes fueran el jugador número doce, todo el estadio empezó a cantar aún más para alentar al equipo. Mas allá de ir perdiendo, la cancha deliraba por Boca y mientras pasaban los minutos, el ruido era mayor.

Agustín desde el banco, cantaba sin darse cuenta las canciones de Boca como un hincha más. El vivía el clásico a su manera, la manera de un hincha vestido de jugador.

Los minutos pasaban y el juego se hacía cada vez más rústico. Parecía que el relator tenía razón ya que los jugadores metían pelotazos de área en área. Mientras tanto, la Bombonera seguía latiendo como nunca.

Agustín podía sentir desde el banco de suplentes como la cancha se movía por el salto de la gente. Más allá del resultado, Agustín estaba feliz por vivir el partido desde el banco ya que estaba cumpliendo el sueño de toda su vida.

Corría el minuto 44 cuando el cinco de River le hizo un full durísimo a Mouche en la mitad de la cancha. Toda la tribuna se quejó con el árbitro al ver que éste le había sacado nada más que amarilla.

A Mouche tuvieron que sacarlo en camilla y cuando llegó al banco de suplentes para atenderse, Agustín pudo ver como se le había inflamado la rodilla. Casi no podía pisar del dolor ni mantener la rodilla firme.

Bianchi miró al banco de suplentes. El cambio era inevitable. Pero por suerte para él, el primer tiempo terminaría en unos minutos y así tendría más tiempo para pensar el cambio ya que algunos jugadores suplentes no estaban en condiciones de ingresar a jugar por los fuertes dolores y vómitos que algunos tenían.

El primer tiempo había finalizado. Uno a cero River.

Con el pitazo final del árbitro la gente dejo descansar las gargantas para seguir alentando a su equipo en el segundo tiempo. Ahora si se necesitaba más que nunca el apoyo de la hinchada para poder remontar el resultado.

Ya en el vestuario, Bianchi le preguntó al doctor que jugador estaba en condiciones de poder entrar a jugar, y este le respondió que el único que más o menos lo podía hacer era Chávez. La idea no le disgustó mucho a Bianchi, ya que Chávez, más allá de ser mediocampista, podía jugar de delantero junto a Palermo.

El momento de la charla de Bianchi para con los jugadores había llegado. Se lo notaba furioso al técnico de Boca y así fue durante la charla. Según sus palabras, ningún jugador había hecho ni la mitad de las cosas que habían entrenado en la semana. Después del reto, se vino la motivación.

Agustín miraba como Bianchi motivaba al equipo y en ese momento sintió unas ganas tremendas de entrar a la cancha para poder ayudar a sus compañeros y a su equipo. Se sentía tan motivado que se sentía poder llevarse el mundo por delante.

Corría el minuto doce del entre tiempo, y después de unas palabras de Palermo, los jugadores enfilaron de nuevo para la cancha. Había que dar vuelta el resultado sea como sea, dijo Palermo.

Todos los hinchas volvieron a la pararse al ver salir de nuevo a sus equipos.

El segundo tiempo tenía que empezar, y para Boca, empezó con el cambio de Chávez por Mouche.

Capítulo 32

Todos los jugadores se encontraban en el túnel que da hacia la cancha. Agustín estaba con los botines puestos y el conjunto que usan los suplentes.

El equipo estaba listo para salir, no había nada más que esperar, solo jugar el partido.

Con el equipo diezmado por enfermedad, todos estaban listos para aportar lo suyo. Los que jugarían el partido y los que estarían en el banco sabiendo que no podían entrar por lo mal que se sentían.
 Los jugadores que todavía se sentían mal, seguían con fuertes dolores de panza y tenían que estar encorvados para no sentir el dolor tan fuerte.

El momento de salir a la cancha había llegado. Agustín no lo podía creer. Su sueño de toda la vida por fin se iba a hacer realidad.

“…vamos muchachos, vamos que tenemos que ganar…”, fueron las últimas palabras que dio el capitán a sus jugadores.

El primero en la fila era como siempre Palermo. Lo seguían los demás. Y después de una arenga en conjunto, Palermo enfiló para la cancha.

Desde el túnel se escuchaba a todo el estadio cantar y cantar “…esta campaña volveremos a estar contigo, te alentaremos de corazón, esta es tu hinchada que te quiere ver campeón…”. Todo era una fiesta azul y oro. La fiesta estaba preparada. Ahora sí, solo quedaba jugar el partido.

Agustín entró a la cancha con los suplentes después de que entren los titulares, y cuando entró, recordó aquella vez donde pateó la primera pelota con su padre cuando era chiquito. Recordó todos los momentos más importantes con su padre, que al mirar al cielo, pensó que seguramente lo estaría viendo.

Después de acordarse de su padre, Agustín pudo caer en la cuenta de que estaba en la cancha de Boca como jugador, y esta vez no pudo contener las lágrimas de la emoción. Se sentía la persona más feliz del mundo, y de verdad lo era.

El recorrido desde la salida del túnel hacia el banco de suplentes fue lo mejor que le pasó en la vida. Cruzar la Bombonera de par en par, escuchando los gritos de la gente y sentirse jugador del club de sus amores fue algo maravilloso.

A Agustín le dieron el asiento de la derecha al fondo, justo detrás de donde estaba Bianchi y al lado de Nacho, que más que para jugar estaba para estar en cama como los demás jugadores.

River había salido antes que Boca a la cancha por lo que el partido tenía que empezar.

Estaba todo listo. El equipo formaba con Lucchetti, Cellay, Caruzo e Insaurralde, Clemente, Erbes, Battaglia y Escudero, Riquelme, Mouche y Palermo. El banco de suplentes estaba formado por García, Erbes, Chávez, Calvo, Viatri, Nacho y obviamente Agustín.

Ya era la hora de que empiece el partido. Las tribunas eran una fiesta y todas estaban pintadas de azul y oro. Pitazo del árbitro, el partido había empezado.

Capítulo 31

“…porque esto es Boca muchachos. Nosotros somos privilegiados al poder estar jugando acá. Escuchen, hagan silencio un minuto y escuchen a la gente. Nos tenemos que olvidar lo que pasó, porque ya se viene el partido y tenemos que ganar. Tenemos que dejar la vida por esta camiseta. Tenemos que dejar hasta la última gota de sangre en la cancha. ¿Por qué? Porque esto es Boca…”.

Así terminaba la charla que Palermo dio minutos antes de entrar a la cancha.

Ya estaban todos listos para salir y el estadio latía. Mientras tanto, Agustín seguía sin caer en la realidad al vivir tantas cosas juntas.

Durante la charla de Palermo, Agustín hizo las fuerzas necesarias para no llorar de la emoción que sintió, y ese recuerdo iba a ser hasta el momento, el mejor de su vida, sin saber que todo estaba recién por empezar.

Capítulo 30

Agustín no podía creer que estaba dentro del vestuario con sus máximos ídolos, e imitando a Nacho que estaba al lado suyo, se sentó callado.
Era el momento de la charla técnica de Bianchi y el vestuario estaba en silencio.

La charla comenzó repasando los movimientos tácticos que los jugadores habían practicado en la semana, para así seguir con las marcas que tendría cada jugador en las pelotas paradas.

Bianchi acostumbraba a dar charlas técnicas cortas, ya que nada se podía aprender a pocos minutos del partido. Pero en cambio, esta fue más corta de lo habitual. Después de refrescar ciertos conceptos, Bianchi empezó a hablar de lo importante del partido y que más que nunca se necesitaba a un equipo dentro de la cancha, no a individualidades.

La charla técnica se basó por completo en motivar a los jugadores. Se podía percibir cierto grado de mal estar por lo sucedido y porque algunos compañeros no podrían jugar ni estar en el banco debido a que todavía se sentían mal. Según palabras del técnico, el grupo necesitaba estar más unido que nunca para enfrentar las adversidades presentadas.

Todos escucharon a su técnico en silencio, y Agustín literalmente no podía creer lo que estaba viviendo. Estaba en el vestuario de Boca con todos los jugadores, incluso los que no iban a jugar, escuchando hablar a Carlos Bianchi.

Con el final de la charla técnica, los jugadores se dispusieron a entrar en calor en la cancha de básquet del club. Por orden del preparador físico todos empezaron a trotar pasándose la pelota unos a otros. Mientras tanto, Agustín que no iba a jugar, se quedó en un costado mirando la entrada en calor.

Agustín empezó a sentir de a poco como los nervios lo iban azotando al escuchar como desde las tribunas los hinchas empezaban a vivir el clásico. Más allá de poder estar en el banco de suplentes en el partido, Agustín no dejaba de ser un hincha más que vivía a su manera el clásico y así, con cada minuto que pasaba, los nervios iban en aumento.

Agustín, maravillado con lo que estaba viviendo, no se dio cuenta que el tiempo había pasado tan rápido y que para el partido solo faltaban quince minutos.

Con gritos de motivación de los jugadores, el precalentamiento había terminado y así, el momento de irse al vestuario a cambiarse había llegado.

El estadio era una fiesta de colores y los cantos de la gente no hacían más que hacer retumbar las paredes del vestuario.

Faltaban diez minutos y en las tribunas el clásico, ya se estaba jugando.

Capítulo 29

Ya eran las dos de la tarde y era momento de subirse al micro para ir al estadio. Mientras los jugadores agarraban sus bolsos y se preparaban para irse, desde adentro del hotel se escuchaban los gritos de los hinchas que habían ido a despedir al plantel. El día tan esperado por los hinchas de Boca por fin había llegado, y con este la posibilidad de salir campeón de local y frente a River.


De a poco los jugadores fueron reuniéndose en el hall de entrada para subir al micro todos juntos. El grupo, según palabras de su capitán, tenía que mantenerse unido frente a los problemas que habían ocurrido.

Ya estaba todo listo para partir y de a uno, todos los jugadores fueron subiéndose al micro que los conduciría a la cancha de Boca. Agustín y Nacho fueron de los primeros en subirse, y Agustín pudo sentir el calor de la gente y en especial de su familia, que quiso darle la sorpresa de ir a despedirlo.

Allí, en la entrada y con los gritos de la gente, Agustín pudo al menos saludar a sus hermanos y a su madre. La sorpresa funcionó, ya que Agustín no esperaba ver a su familia hasta después del partido.

Todos los jugadores, incluso Agustín, estaban en el micro y listos para salir.

El ambiente era tenso y se respiraba nerviosismo frente a las dificultades que el equipo atravesaba. Sin embargo, Agustín pudo escuchar algo que lo puso más tranquilo. Cuando subía al micro, escuchó a Bianchi, que ya estaba sentado en la primera fila, decirle a su ayudante de campo que el grupo estaba unido como nunca. Esas palabras causaron en Agustín una tranquilidad enorme y unas ganas de dar todo por el club de sus amores, aunque mucho no fuera, el sentía que tenía que ser fuerte por el equipo al que él pertenecía.

El micro fue escoltado por la policía y por cientos de hinchas que por motus propio decidieron hacerlo, y frente a los bocinazos y cantos de la gente que los acompañaba, los jugadores se contagiaron y de a poco el ambiente fue cambiando.

Al principio, todos estaban en silencio y pensativos, pero al ver la reacción de los hinchas el micro pasó de estar completamente en silencio a convertirse en una fiesta.

Agustín estaba incrédulo frente a lo que podía ver por su ventana. Autos y motos acompañaban al micro con banderas, y que junto a los flashes de las cámaras generaban una coreografía hermosa.

Salvo los jugadores que estaban más enfermos, todos cantaban las canciones que desde afuera los hinchas entonaban.

El momento de llagar a la cancha había llegado y con este el momento de más emoción para Agustín que veía su sueño a punto de cumplirse. Todos los jugadores, cada uno a su manera cantaron con todas sus fuerzas la última canción antes de entrar a los vestuarios y de despedirse de los hinchas que a medida que el micro llegaba al estadio, iban escoltándolos.

Ya dentro del estacionamiento del estadio, el micro seguía siendo un espectáculo que Agustín guardó en su memoria para siempre. Por orden de su capitán, todos empezaron a cantar una canción que decía más o menos así: “… yo soy de Boca señor, cantemos todos con alegría, aunque no salgas campeón, el sentimiento no se termina, y dale Bo, y dale dale Boca…”. Una y otra vez, todos los jugadores cantaban al unisonó y así se podía sentir la unión del grupo al cantar esa canción.

De a poco todo se fue calmando. El momento crucial había llegado. Ya eran las dos y media de la tarde y solo faltaban para el partido una hora y media.

Era el momento de prepararse y de que Bianchi de la charla técnica antes de empezar a entrar en calor.

El festejo ya se había ido y ahora la seriedad reinaba. Había que dejar atrás lo sucedido y olvidarse de los compañeros enfermos. El partido en la mente de todos ya se estaba jugando.

9.25.2010

Capítulo 28

Mientras Nacho dormía, Agustín tuvo la idea de llamarla a Ana y contarle todo lo que estaba pasando. Hablaron durante dos horas sin poder creer lo sucedido y entre tema y tema de conversación todo pareció calmarse para Agustín que estaba bastante nervioso por lo que había pasado y más por caer en la cuenta de que más allá de todo, hoy cumpliría su sueño de estar en el banco de suplentes en el súper clásico.


Sin darse cuenta mientras charlaban, la hora del almuerzo había llegado. Ana y Agustín se despidieron hasta después del partido y Agus bajó solo a almorzar ya que Nacho seguía durmiendo de lo mal que se sentía. Para su sorpresa, solo tres personas habían bajado a almorzar, y para colmo, esos eran Battaglia, Palermo y Riquelme.

Al asomarse y verlos a ellos solos sentados en una mesa, Agustín se perfiló para dar media vuelta y volver a su cuarto, ya que no se animaba a sentarse con ellos o a sentarse solo en una mesa con la sola presencia de los máximos ídolos de Boca. Cuando se estaba dando vuelta para irse a su cuarto oyó que alguien silbaba y su corazón se paralizó al darse cuenta de que Palermo lo llamaba y lo invitaba a sentarse con ellos.

Agustín no lo podía creer y estaba más nervioso que nunca.

Al acercarse, Agustín pudo juntar las fuerzas necesarias y preguntarles si no les molestaba que él se siente, a lo que los tres dijeron que no, que no había problema.

Cuando Agus se sentó, los tres siguieron hablando de lo que lo venían haciendo y para sorpresa de Agustín, el tema era del partido. Que tal táctica, que tal otra, que como marcar a tal, que cuando hacer cierta jugada, etc. Los tres estaban concentradísimos en el clásico y hablaban de que ellos tenían que poner la cara por sus compañeros ya que eran los más experimentados.

Mientras tanto, Agustín se quedó callado escuchando a sus ídolos hablar de lo que más le gustaba, el fútbol.

El almuerzo duró solo veinte minutos y nunca se paró de hablar de lo que había sucedido. Ninguno de los cuatro podía creer lo que el clásico rival había hecho para diezmarlos.

Durante el almuerzo, Agustín vivió algo increíble, compartir la mesa con los máximos ídolos de Boca, y aunque no pudo decir ni una palabra y tragar un bocado por los nervios, lo disfrutó y lo guardó en su memoria para siempre.

El almuerzo había terminado y con este momento de partir por fin había llegado. Era hora de ir para la cancha a definir el torneo contra el clásico rival, River.

9.24.2010

Capítulo 27

La noche fue tortuosa y larga y casi nadie pudo pegar un ojo. El desconcierto era extremo y nadie sabía bien qué hacer y qué decir.

Agustín no pudo dormir tratando de ayudar a Nacho a que se mejore. El doctor había indicado que todos los jugadores enfermos tenían que tomar mucha agua. El agua produciría una baja en la dosis del veneno tratando de inhibirlo con un medicamento que también les proporcionó el doctor.

Ya eran las nueve de la mañana y todos los jugadores y los dirigentes se encontraban en el comedor del hotel. Por suerte, algunos jugadores ya se sentían mejor pero había otros que ni podían pararse del dolor y estaban sentados apoyando sus piernas en otra silla.

Frente a esa situación, Agustín se sentía raro, ya que no sabía como ayudar al club de sus amores frente a ese tan complicado problema. Los dirigentes estaban preocupadísimos, y no hacían más que hablar por teléfono para tratar de encontrarle una solución a lo insolucionable. En cambio, Bianchi y su cuerpo técnico permanecieron durante el desayuno en una oficina que el hotel les había dado para reuniones y demás cosas.

Allí, con la confirmación del doctor diciendo que jugadores podían jugar o no ese partido, Bianchi armó el equipo y el banco de suplentes, que estaría conformado por los jugadores que habían mejorado solo un poco. Mientras que los que no lo habían hecho no irían ni al banco. Para un partido tan decisivo se necesitaban que todos estuvieran bien y con chances de jugar.

Por disposición del doctor, todos desayunaron y tomaron mucho líquido. Quizá, algunos jugadores podrían mejores con el paso de las horas.

El partido se jugaría a las cuatro de la tarde y estaba planeado que los jugadores salgan a la cancha a eso de las dos de la tarde después de que los que quieran almorzar lo hagan.

Después de desayunar todo el plantel permaneció en el comedor. El silencio era enorme y la incertidumbre mayor.

Después de tener la reunión, Bianchi bajo al comedor y le dijo a sus jugadores lo que había decidido. Dijo quienes jugarían y pidió disculpas a los que ni ocuparían el banco de suplentes por sacarlos, ya que no podía poner jugadores enfermos en el banco de suplentes.

El equipo saldría a la cancha de la siguiente manera: Lucchetti, Cellay, Caruzo e Insaurralde, Clemente, Erbes, Battaglia y Escudero, Riquelme, Mouche y Palermo, que ya se encontraba bien. En cambio, el banco de suplentes estaría formado por los jugadores que a pesar de no estar para jugar se sentían un poco mejor. Estos eran García, Erbes, Chávez, Calvo, Viatri, Nacho y
obviamente Agustín. Los demás, tendrían que quedar afuera.

Después de tratar de motivar al grupo con una charla, Bianchi dispuso que todos se fueran a sus cuartos a descansar un poco para después bajar a comer y luego irse para la cancha.

Faltaban dos horas para almorzar y seis para el partido. El tiempo no pasaba más y menos para Agustín que no sabía qué hacer para matar el tiempo y olvidarse un poco de la preocupación que reinaba en el hotel.

9.23.2010

Capítulo 26

El momento de la cena había llegado y con este la sorpresa de que el menú había cambiado. El cocinero de siempre, Lucas, estaba enfermo y en cambio otro lo había sucedido en el puesto y que al parecer no estaba enterado del clásico menú de los sábados de concentración.

Con el permiso de Bianchi, todos comieron las pastas que el cocinero había preparado, sin saber que éste era un infiltrado de River.

Hernán, como se llamaba, era el chef de River Plate y que mandado por el Club, se había infiltrado como cocinero reemplazando a Lucas.

Él había llamado al hotel diciendo que el cocinero que reemplazaría a Lucas estaba enfermo y que él lo sucedería. Para esto, tuvo que hacer que el cocinero suplente acepte la oferta de diez mil pesos que River le pagaría para que este diga que no podía ir a trabajar por enfermedad.

Por supuesto, nadie en Boca estaba al tanto de lo que estaba sucediendo y todos comieron la cena como siempre con la única diferencia en el menú. Pero lo que nadie sabía, era que Hernán estaba mandado por River para intoxicar a los jugadores de Boca poniéndoles en la comida unas gotas que producen un fuerte dolor de estómago por unos días.

La cena terminó normal y todos los jugadores se fueron para sus cuartos a descansar para estar bien para el partido del domingo.

La hora de dormir había llegado y todo el mundo dormía en sus habitaciones, pero de repente, en el cuarto del doctor del Club se escuchó que alguien golpeaba la puerta. Era Pablo Mouche que llamaba al doctor para que atienda a su compañero de cuarto Viatri por un fuerte dolor estomacal.

También, a eso de las tres de la mañana, Nacho se despertó por un dolor punzante en el estómago.

La estrategia del rival había surtido el efecto esperado. Diez jugadores estaban descompuestos y con fuertes dolores.

Toda la concentración estaba despierta y la preocupación desbordaba. Todos se preguntaban qué era lo que pasaba hasta que el doctor supo diagnosticar que los habían envenenado en la comida.

Rápidamente, Bianchi pidió una reunión con su cuerpo técnico para ver qué pasos seguían, y al preguntarle al doctor si se recuperarían para el partido, éste le respondió que era algo casi imposible, ya que el dolor era muy fuerte y tardarían unos días los medicamentos en hacer efecto, pero como a algunos jugadores no les había hecho efecto, podía que otros se mejoraran un poco.

Durante la reunión, Bianchi se quedó pensando y pensando que hacer para solucionar el inconveniente y rápidamente llamó al técnico de la reserva para que despierte a los jugadores que no concentraban para tenerlos listos para el domingo, sin darse cuenta que la reserva jugaba en Mendoza un partido demorado de la tercer fecha y que todos se encontraban en esa provincia. Nada se podía hacer más que esperar.

Esa noche fue un desastre. El médico no paró de correr de cuarto en cuarto para tratar de calmarles el dolor a los jugadores. Bianchi y su cuerpo técnico intentaban pensar como pararían el equipo por la falta de los jugadores y a los jugadores que no les había hecho efecto el veneno tampoco podían dormir por el desconcierto generado.

Las horas pasaban lentas y tortuosas para todo el mundo. En total, diez jugadores estaban enfermos. Viatri, Erbes, Nacho, García, Calvo, Gaona Lugo, Chávez, Méndez, Araujo y Palermo. Entre ellos estaban Palermo, Viatri y Erbes que iban a ser titulares el domingo.

El desconcierto era total y no había nada más que hacer que esperar a que los jugadores mejoraran para el partido.

El veneno no había hecho efecto en Agustín, que estaba tan confundido por lo ocurrido como todos. Ninguno podía creer que los habían envenenado y todos los caminos pensados conducían a Hernán, que obviamente ya no se encontraba en el hotel.

Como la mayoría de los jugadores, Agustín no pudo dormir en toda la noche. La preocupación era extrema y los gritos de los jugadores más afectados no dejaban dormir. Entre los más graves estaba Nacho, que tampoco pudo parar de retorcerse del dolor en toda la noche. Esperar a que los jugadores mejoren era lo único que se podía hacer. Mañana el partido se tendría que jugar igual, el clásico, estaba a la vuelta de la esquina.

9.21.2010

Capítulo 25

Agustín se imaginaba una concentración donde haya diversión, chistes y mucha charla entre los jugadores, pero en cambio, pasaba todo lo contrario salvo en el cuarto donde estaban él y Nacho.

Cuando Agus le preguntó a Nacho el porqué de tanto silencio, este le contestó que era porque mañana se definiría el torneo y se jugaría el clásico, y que encima era de local y que no se podía perder.

Nacho estaba más tranquilo porque sabía que no iba a jugar, aunque también estaba nervioso por la posibilidad de ganar su primer campeonato con Boca.

El técnico, Carlos Bianchi, ya tenía al equipo confirmado. Este era el que venía jugando los últimos partidos y que sin mediar ninguna lesión sería el titular.

Las horas pasaban de los más rápido para Agustín, que junto a Nacho parecían llevarse bastante bien.

Los dos eran muy parecidos y de familia trabajadora y de barrio.

Mientras jugaban al Play charlaban de muchas cosas, pero entre ellas, la que más se hablaba era del partido. Los dos eran fanáticos de Boca y no paraban de hablar del clásico y de la posibilidad de salir campeón justamente contra River y en la última fecha.

Como si el tiempo hubiese volado, la hora de cenar había llegado. Todos los sábados en los que Boca concentraba se comía lo mismo, pollo con ensaladas varias.

Agustín ya se sentía más tranquilo al conocer a todos, pero todavía no podía creer lo que estaba viviendo. Estaba por cenar con todos los jugadores, cosa que nunca más le iba a suceder.

Mientras bajaban por al ascensor hacia el comedor, Agustín le preguntó a Nacho con quien compartía la mesa, y si se podía sentar con él. Nacho le contestó que seguramente si los hospedaron juntos la compartirían y que el siempre se sentaba en la mesa junto al Pochi Chávez, Viatri y Erbes, los más jóvenes del plantel.

Los jugadores parecían un poco más relajados que antes. Mientras se sentaban cada uno en su mesa, los más chicos por un lado, los no tan grandes por otro, y finalmente los mayores como Battaglia, Riquelme y Palermo por otro, todos iban charlando y hasta se escuchaban algunos chistes.

Aunque de manera más tranquila, en todas las mesas se hablaba del partido y de la posibilidad de salir campeón. El tema era recurrente, ya que el esfuerzo de todo el semestre podía dar sus mayores frutos, el campeonato.

En la mesa de Agustín se hablaba de lo mismo. Mientras tanto, él permanecía callado. Se sentía un extraño al estar compartiendo la cena con los jugadores.

Nacho, para hacerlo entrar en confianza le propuso contar un poco como se sentía y como se los imaginaba a los cuatro con los que estaba compartiendo la mesa. Agustín respondió que se los imaginaba a todos como estrellas y que le sorprendía la amabilidad que todos habían tenido al filmarle la camiseta.

Todos le preguntaban a Agustín cosas del concurso, de cómo se enteró, de cómo hizo para participar, de que sintió cuando ganó, etc, etc. Parecía que la idea del sorteo le había parecido interesante a los cuatro ya que no paraban de hablar de lo mismo.

De repente, una voz pidió silencio. Martín Palermo se levantó de su silla y empezó a hablarles a todos… “gracias por el silencio. Solo quiero decirles que mañana tenemos una posibilidad histórica de salir campeones contra River y en nuestra cancha. Todos tenemos que estar concentrados para mañana y tratar de dormir bien así estamos con todas las ganas. Quiero decirles que como su capitán, estoy orgulloso del grupo que formamos y que mañana tenemos que dejar todo en la cancha como lo hacemos cada domingo, pero esta vez tenemos que dejar la vida por el grupo, por nuestras familias y por nuestros hinchas que siempre nos apoyan vayamos donde vayamos. Acá, con nosotros, tenemos a un hincha, Agustín, que está cumpliendo su sueño de conocernos, tenemos que dar todo por él, y por todos los hinchas que aman a esta camiseta, tenemos que dar todo muchachos, por la gente y por nuestras familias. Descansemos bien hoy, que mañana nos espera el partido más importante de nuestras vida…”, dijo Palermo con lágrimas en los ojos y de una forma contundente.

Como si en el comedor del hotel hubiese cien mil personas, un aliento constante pareció bajar de las tribunas y todos los jugadores empezaron a gritar y a aplaudir lo que había dicho su capitán. Todos parecían sentirse identificados con lo que había dicho Palermo, tanto, que desde absolutamente todas las mesas se empezó a escuchar “que el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar…”. Una y otra vez, una y otra vez.

Agustín no podía creer que en el discurso Palermo lo había nombrado, pero menos comprendía lo que estaba viviendo. Gritando como nunca y revoleando a la par de los jugadores la servilleta, entonaba con todo su corazón la canción que todos estaban cantando.

El sueño era real. Agustín cantó hasta que su garganta pudo y se guardó ese recuerdo imborrable para siempre en su corazón pintado de azul y oro.

9.17.2010

Capítulo 24

Nacho, como le decían a Ignacio Calvo, era un ocho de recorrido y la gran promesa de las inferiores. Con solo 18 años se perfilaba como un futuro estandarte de la institución ya que había empezado a jugar en el Club desde muy chiquito.

Después de terminar de hablar con José Beraldi, Agustín se fue para su habitación mientras pensaba en el camino que decir si se cruzaba con algún jugador, pero fue en vano ya que todos estaban en sus habitaciones.

Agustín se sentía tranquilo al saber que compartiría la habitación con un chico de casi su misma edad, aunque fuera jugador profesional. Ya en la puerta pensó en golpear, pero finalmente entró sin hacerlo. Dentro, tirado en la cama y jugando a la Play Station, estaba Nacho.

Ambos se saludaron con un apretón de manos mientras Agus se presentaba como el ganador del concurso para que Nacho no piense que él era un extraño que entraba a su cuarto, y para sorpresa de Agustín, Nacho supo quién era.

Los dos se pusieron a chalar amistosamente sobre el concurso, pero Agustín tenía en la cabeza una cosa para preguntarle a Nacho. La pregunta más bien era un pedido, el cual le costó mucho a Agustín preguntárselo a Nacho. Agus quería conocer a todos los jugadores para que le firmaran su camiseta con el número treinta que tenía en la espalda.

Nacho accedió al pedido y con un “dale, vamos”, los dos empezaron el recorrido por las habitaciones.

La primera era nada menos que la del técnico Carlos Bianchi, que con aviso de Nacho, quizá no conteste porque estaba trabajando. Pero Nacho se animó a golpear igual y para sorpresa de Agustín Bianchi les abrió la puerta.

_ “Si Nacho, ¿Qué necesitas?” Le preguntó amablemente Bianchi.

_ “Le quiero presentar a Agustín que ganó el concurso para concentrar con nosotros”

_ “Ah, por fin conozco al dichoso ganador. ¿Cómo estás Agustín?” le preguntó simpáticamente Bianchi.

_ “Bien señor, es un placer conocerlo. ¿Le puedo pedir un solo favor señor? Dijo temerosamente Agustín.

_ “Si, decime”.

_ “¿No me podría firmar la camiseta por favor?”

Y soltando una carcajada Bianchi accedió amablemente para después decirle a Nacho que le permitía presentarle a Agustín a todos los jugadores.

Los dos pasaron por todos los cuartos y todos los jugadores accedieron amablemente al pedido de Agustín para que le firmen su camiseta, la cual él tendría puesta el día del partido.

Faltaba una habitación, y justamente era la que compartían Palermo y Riquelme, y en vez de entrar como hizo en todos los cuartos, Nacho golpeó primero.

Una persona alta les abrió la puerta y ahí estaba Palermo. Riquelme estaba sentado mirando para la puerta tomando mate. Parecían que los dos estaban hablando del partido de mañana frente a River.

Nacho les presentó a Agustín y después de saludarse con Palermo, Román se rió recordando aquella vez donde Ana los había presentado.

Riquelme se levantó de la cama y fue al encuentro de Agustín recordándole el poema que Agustín le había dado y dijo haberle gustado mucho.

En ese instante Palermo se rio amigablemente preguntándole a Agustín si él era escritor, y Agus respondió que solo escribía cada tanto.

Palermo y Riquelme los miraron como despidiéndose ya que estaban hablando de la táctica que iba a utilizar el equipo frente a River al día siguiente y Agustín no se animó a pedirle que le firmaran la camiseta.

Nacho y Agustín se fueron para su habitación. Habían arreglado previamente jugar un torneo con la Play Station, justamente con Boca.

El sueño había empezado de la mejor manera y Agustín se sentía la persona más feliz del mundo tras haber conocido a todo el plantel de su tan querido Boca.

Capítulo 23

El remís llegó puntual. Agustín ya tenía preparado todo para el fin de semana y el momento de la despedida había llegado.


Como Agustín se lo esperaba, María se despidió entre lágrimas de emoción y de tristeza, y después de saludarse con sus hermanos prometiéndose verse después del partido en la cancha para volver todos juntos, Ana y Agustín se fueron para el hotel de Boca.

El momento tan esperado había llegado y los nervios se le notaban a Agustín como nunca.

Durante el viaje, Ana se le puso a hablar a Agustín de cualquier cosa para tratar de calmarlo pero fue en vano. Entonces, ella trató de tranquilizarlo diciéndole que todo iba a andar bien y que tratara de estar tranquilo para poder disfrutar de todo lo que le pasaría.

A las cinco menos cuarto el remís había llegado al hotel. Ana le propuso a Agustín quedarse esperando en el auto, pero él prefería entrar de una vez así no seguía pensando y pensando.

Antes de despedirse, Ana le entregó a Agustín unos papeles para que pudiera alojarse en el hotel. Ella ya no tendría que hacer nada por él, ya que los dirigentes que acompañan al plantel sabían de la presencia de Agustín por el concurso que ellos mismos hicieron.

La despedida fue corta debido a los nervios de Agustín y ambos arreglaron para verse después del partido antes de que los dos se vayan para su casa.

Agustín se bajó del auto y los pocos metros que lo separaban de la majestuosa puerta del hotel se hicieron interminables.

Una vez adentro, vestido con el equipo de Boca por disposición del Club, Agustín se anunció en el mostrador enorme del hotel. Un señor vestido de traje le firmó los papeles que tenía y le dijo que esperase en el hall de entrada mientras llegaban los jugadores y los dirigentes.

La espera se hacía interminable y Agustín estaba más tenso que nunca. Para tratar de calmarse Agustín trató de adivinar los idiomas de un par de grupos de turistas que se alojaban en el hotel.

De pronto, Agustín vio llegar un micro que se estacionó en la entrada del hotel y sus nervios crecieron aún más al pensar que quizá eran los jugadores que llegaban de entrenar.

Sus presentimientos eran ciertos. La puerta del micro ya estaba abierta y nadie se asomaba ni para bajar. De repente, tres dirigentes bajaron. Tras ellos, y para la emoción de Agustín empezaron a bajar los jugadores. Primero bajo el nada menos que Battaglia, para que después lo sigan Chávez, Cellay, Erbes y todos los demás. Por último, bajaron Palermo y Riquelme y ese fue el momento donde Agustín se despertó por completo de su sueño y se propuso disfrutar del mismo.

Por fin había caído en la cuenta de lo que estaba viviendo, y como por arte de magia, sus nervios se habían ido y las ganas de disfrutar habían aparecido por completo.

Los jugadores pasaron uno tras otro por al lado de Agustín hacia sus habitaciones. Unos escuchando música, otros charlando entre si y la mayoría hablando por celular. Ninguno hizo hincapié en él, que seguía sentado mirando como los jugadores pasaban.

De pronto, José Beraldi, uno de los dirigentes de Boca se le acercó y le pregunto si él era Agustín, y después de un ratito de charla preguntándole como se sentía, José le indico cual era su cuarto y con quien lo compartiría.

Después pasó a explicarle que él haría todas las actividades que hacen los jugadores mientras concentran. Podía bajar al hall interno del hotel cuando quería para tomar mate o jugar a las cartas, podía ir a otra habitación para jugar a la play o quedarse en su cuarto haciendo lo que quisiese para después bajar en el horario indicado para la cena. También le dijo que cuando terminaba la cena, todos tenían una hora de recreación antes de irse a dormir.

Después le explicó como seria el día domingo. A las doce del medio día todos tenían que estar en el comedor para almorzar para después estar listos a la una y media para irse para la cancha.

Por último, José le dijo el número de habitación donde dormiría Agustín, quién compartiría el cuarto con la joven promesa del club, Ignacio Calvo.

El sueño ya había empezado y con este, la vida de Agustín que sin saberlo, cambiaría para siempre.

Capítulo 22

Agustín pensó millones de cosas al mismo tiempo. Su cabeza daba vueltas una y otra vez pensando si todo era cierto, hasta que se dijo a él mismo que sí, que ya era sábado.

Por fin cumpliría su sueño de conocer a los jugadores de Boca, de vestir esa camiseta y de sentirse un jugador profesional con los beneficios que eso conlleva.

Después de saludarse con su familia y de reaccionar por la sorpresa que Ana le había dado, Agustín pudo tranquilizarse un poco y sentarse a tomar unos mates con su familia y con Ana.

Para la sorpresa, Ana había llamado antes a la casa de Agustín y con el permiso de María, Ana pudo sorprenderlo llevándole ella misma la ropa para que se probase.

El día había empezado más temprano de lo esperado para Agustín, cosa que le hacía pensar que el momento de ir al hotel se hacía lejano.

La mañana arrancó con mates y facturas que Ana había llevado. María y Ana se habían puesto a charlar del trabajo de Ana en el Club y los hermanos de Agustín miraban la televisión, mientras tanto, Agustín se había quedado pensando otra vez si todo era cierto. Seguía confundido con el día hasta que de nuevo tuvo que preguntar si era sábado.

Para romper con sus nervios, María le propuso a Agustín probarse la ropa de entrenamiento mientras ella se ponía a preparar el almuerzo.

Agustín dijo que si y se fue para su cuarto con Ana para probarse toda la ropa que le había traído.

Primero Agustín se probó la ropa con la que tendría que ir a concentrar que constaba de la remera de entrenamiento, el pantalón, el buzo y la campera, para después probarse el conjunto para el día del partido. Ana también le había conseguido dos pares de botines de talles distintos que le pidió amablemente al utilero de las inferiores.

Ya estaba el bolso armado y listo para que Agustín se fuera para la concentración. La hora del almuerzo había llegado y solo lo separaban de su sueño cuatro horas.

A las cinco de la tarde Agustín tendría que estar en el hotel para concentrar con el plantel profesional.

Por fin, y después de una larga sobre mesa donde se habló de todo menos del sueño por pedido de Agustín, las cuatro de la tarde había llegado. Era el momento en que un remís puesto por Boca tenía que llegar y así el sueño se empezaría a hacer realidad.

9.15.2010

Capítulo 21

La semana previa al partido fue la semana más larga de la vida de Agustín. Sentía que los días no pasaban más y las horas de clase se hacían larguísimas.

Su único consuelo en esa larga espera se llamaba Ana y que encima por trabajo no se pudieron ver en toda la semana, lo que hizo que el tiempo no pase más.

Todas las noches hablaban por teléfono y se prometían verse al día siguiente si ella no terminaba de trabajar tan tarde.

Como era la semana del súper clásico, el trabajo en la Bombonera era enorme y a Ana no le alcanzaban las manos para hacer todo el suyo. Mientras tanto, Agustín seguía soñando con ese domingo tan preciado, en el cual él cumpliría su sueño.

La semana previa al clásico suele ser una donde los nervios están a flor de piel, y el tiempo para el domingo se hace muy lento. Sumados a sus nervios normales, Agustín sabía que cumpliría su sueño, lo que lo hacía estar aún más tenso todavía.

Agustín empezaría a concentrar con los jugadores en el hotel del club el sábado por la tarde. Tendría que estar en el hotel a eso de las seis para hacer el chek-in y así poder hospedarse con los jugadores como un profesional.

Las noches para Agustín eran eternas y de tanto pensar se terminaba de dormir a eso de las cuatro de la mañana mientras soñaba con hacer aquel gol que le daría el triunfo a su tan querido Boca Juniors. Y los días también se hacían interminables ya que encima sus compañeros no hacían más que recordarle que el domingo entraría a la cancha con Palermo y Riquelme.

A pesar de la lentitud, el viernes por fin había llegado y solo un día lo separaba a Agustín de su tan ansiado sueño. Como Agustín ya sabía, pero obviamente con previo aviso por parte de Ana, lo llamaron de la radio partidaria del club para hacerle una entrevista.

La entrevista no duró más de diez minutos, pero para Agustín duro una eternidad y los nervios le empezaron a jugar una mala pasada.

Ana también le comentó que una persona le llevaría a su casa el conjunto deportivo de Boca para que pueda concentrar y entrar a la cancha, lo que lo puso aún más tenso ya que no podía comprender lo que le estaba pasando y que por fin conocería a sus ídolos y cumpliría su mayor sueño.

La noche del viernes fue la noche más larga en la vida de Agustín. Después de comer y terminar de hablar con Ana por teléfono, Agustín se fue a recostar y allí su cabeza empezó a latir entre imágenes, sueños, risas y llantos.

Para tratar de calmar sus sueños, Agustín trato de ponerse a escribir y ojeando su cuaderno donde guardaba todas las cosas que escribía encontró uno que había titulado Sueño de Primera:

“Hoy me levante sobresaltado de nuevo.


Soñé que jugaba en la primera de mi club.


Por si no lo sabes, quiero ser futbolista.


Sueño con meter un gol en el último minuto contra nuestro clásico rival y que toda la cancha coree mi nombre mientras corro abriendo los brazos sintiéndome inmortal, para después besar el escudo de mi camiseta.


Tengo pensadas muchas gambetas y caños para hacer.


Quiero dar un pase de gol, o trabar sin miedo a romperme la pierna.


De solo pensarlo se me eriza la piel.


Quiero jugar en la primera de mi club, y jugar de manera tal, que el hincha piense que juega en mí.


Lástima que recién me despierto y falta mucho para dormir.


Por si no lo sabes, todavía sueño con jugar al futbol en la primera de mi club.”

Después de leerlo Agustín recordó la noche en que había escrito ese poema y sin darse cuenta una lágrima cayó sobre el papel. La emoción lo había paralizado y no podía dejar de llorar pensando también en su padre que no estaría para verlo cumplir su sueño.

Agustín se quedó despierto toda la noche sin poder dormir mientras soñaba y soñaba despierto ese gol que dedicaría al cielo. Sabía que no podría jugar, pero sus sueños le alcanzaban para hacerlo y así lograr su máximo anhelo.

Sin darse cuenta y mientras dormitaba ya de día sonó el timbre. Era Ana que le traía para probarse varios talles de camisetas, pantalones, buzos y camperas de Boca.

Sobresaltado, Agustín preguntó agarrándose la cabeza, ¿hoy ya es sábado?

9.10.2010

Capítulo 20

Ana le indicó con el brazo hacia donde se tenían que dirigir, mientras, seguían sin hablarse.

Agustín sabía que tenía que ser él quién empiece a hablar por lo que junto fuerzas y cuando iba a preguntarle algo sobre el partido Ana lo interrumpió.

_ “Che, ¿y porque no vino tu familia?”

_ “Porque mi hermanito tiene fiebre y mi mamá se quedó cuidándolo”.

_ Ah, ¿y porque no viniste con tu otro hermano?

_ “Porque mi mamá no lo dejó venir sin ella. Porque, ¿te molesta que no hayan venido?

_ No, para nada”, respondió Ana levantando sus hombros.

Ambos estaban contentos de que estaban yendo a la cancha juntos y solos, pero ninguno sabía bien que decirle al otro y como romper el hielo.

El recorrido hacia la cancha había terminado y los dos se encontraban sentados en la platea uno al lado del otro haciéndose los distraídos cuando por fin Agustín empezó a hablar.

_ “Te quiero agradecer por cómo me trataste el otro día en la cancha” le dijo Agustín temeroso.

_ “Es mi trabajo”, respondió Ana eludiendo el significado de lo que quería decir realmente Agustín.

_ “Bueno, sí, pero decime la verdad, ¿lo de salir hacia la cancha por donde salen los jugadores también era parte de tu trabajo?”.

Ana se puso roja de los nervios y no sabía si decirle una mentira o que ella le había dado la sorpresa a Agustín porque le gustaba. Por fin se animo y le dijo la verdad.

_ “No, no era lo planeado”.

_ “¿Y porque lo hiciste entonces?" Le preguntó Agustín con nervios y ansioso por la respuesta de Ana.

Ana hizo una pausa, respiró hondo hasta que pudo decirle a Agustín que lo había hecho porque le gustaba.

Al escuchar esas palabras, Agustín no supo qué hacer y todo parecía suceder en cámara lenta, hasta que juntó las fuerzas necesarias, se acercó lentamente y los dos se besaron sin darse cuenta que el partido estaba por empezar.

Como si nada hubiera pasado, el canto de la gente de alrededor los despertó del sueño y tomados de la mano compartieron el primer partido de Boca juntos.

Todo parecía haber cambiado para ellos y los nervios se fundieron en risas y gritos puestos en el partido. Los dos vivieron el partido a su manera y para sorpresa de Agustín, Ana era la que más gritaba de los dos.

El partido se abrió recién a los quince minutos del segundo tiempo por un cabezazo de Palermo al ángulo derecho del arquero de Arsenal después de un córner ejecutado magistralmente por Riquelme.

A partir de ese momento Boca manejó la pelota hasta que terminó el partido y cuando faltaban dos  minutos  para el  final  un rebote en el área le quedó servido a Battaglia que con ayuda del arquero puso el definitivo dos a cero para Boca.

Ana había llevado una radio para escuchar el partido de River, ya que si River perdía, con un empate en la próxima fecha Boca era campeón, pero lamentablemente, el torneo se definiría en la última fecha.

Terminado el partido, Ana y Agustín se fueron de la cancha tomados de la mano como si se conocieran desde hace tiempo. Se subieron al remís que los llevaría a sus casas y cuando éste llegó a la casa de Agustín los dos se despidieron prometiéndose hablar mañana para arreglar cuando se verían de nuevo.

Una hermosa historia había nacido y todo para Agustín era como vivir un sueño.

Una semana lo separaba a Agustín del partido contra River y todas las ilusiones de los hinchas de Boca de salir una vez más campeón. Solo una semana, para cumplir el sueño.

Capítulo 19

Como en todo barrio, los rumores corren rápido, y Agustín era el héroe del suyo.

El martes cuando salió del colegio para irse a su casa, todos los padres de la escuela lo felicitaban y le decían que deje bien parado al barrio cuando le toque jugar. Todos se pensaban que Agus iba a jugar en primera, cosa que a él le molestaba explicar ya que veía su máximo sueño imposible de realizarse cada vez que lo hacía.

Esa tarde fue como todas las demás salvo por su cabeza, que pensaba en su sueño y en el llamado que le había hecho ayer a la noche Ana.

La semana pasó muy lenta para Agustín. Colegio, estudio, ir a lo de su amigo el Pelado y pensar e imaginarse lo que sería cumplir su sueño.

Boca jugaba el domingo frente a Arsenal al mismo horario que jugaba River contra Banfield, ya que los dos estaban punteros a solo dos fechas de terminar el torneo. La ilusión de ganar el campeonato en el clásico y en la Bombonera era algo que Agus no podía dejar de pensar.

El domingo había llegado y todos se habían levantado temprano para prepararse para ir a la cancha de Arsenal a ver a Boca.

Ya cerca del mediodía el teléfono sonó. Agustín atendió y para su sorpresa era Ana que lo llamaba para arreglar los detalles del día de cancha. Confundido, Agustín le preguntó a Ana si también trabajaba los domingos y ella le respondió que no, que solo lo haría este ya que los acompañaría a la cancha por disposición del Club para cerciorar que todo salga como lo planeado.

Ana solía ir a ver a Boca tanto de local como de visitante con su padre a la platea que le otorgaba el Club como trabajadora del mismo, pero esta vez irían por separado, cosa que no le molestaba a Ana en absoluto ya que, más allá de tener que trabajar, iría con Agustín.

El partido era a las cuatro de la tarde, y como Agustín vivía cerca de la cancha de Arsenal, el remís llegaría a las tres.

Recién era la una del mediodía cuando el hermano menor de Agustín empezó a sentir dolor de cabeza. María, preocupada le tomó la fiebre y al terminar, el termómetro marcó 38 grados. Agustín le propuso a María llevar rápido a su hermano al doctor antes de que llegue el remís, así después podrían ir todos a la cancha a ver a Boca, pero precavida y conocedora del tema, María ya sabía que su hijo tendría que estar en cama por lo que le dijo a Agustín que vaya a la cancha solo ya que ella se quedaría cuidando a sus hijos.

Agustín lamentó que la madre no lo deje ir al menos con su otro hermano a la cancha, ya que nunca iba con sus hermanos a ver a Boca, pero al darse cuenta que iría solo con Ana la idea no pareció disgustarle demasiado.

El remís ya había llegado y listo para irse Agustín se despidió de su familia teniendo que prometerles a sus hermanos que el domingo que viene irían a verlo nada más y nada menos a la cancha de Boca frente a River.

Cuando Agustín la vio a Ana fuera del remís esperándolo su corazón latió como nunca al ver lo hermosa que estaba. Al instante los nervios lo vapulearon y las palabras no le salían de su boca. A penas un hola entre cortado pudo decirle, pero cuando la saludó con un beso supo ya sin vacilaciones que estaba enamorado de Ana.

El viaje que duró poco transcurrió en silencio. Ambos se miraban de reojo cuando el otro se hacía el que miraba por la ventana, y al poner su mirada otra vez al frente, el otro se hacia el distraído mirando de nuevo hacia el costado.

El remís había llegado y los dos se encontraban solos a dos cuadras de la cancha. La charla entre ambos era inevitable, pero los dos tenían un tema en común para lidiar con los nervios y empezar a hablar, nada menos que Boca Juniors.

9.07.2010

Capítulo 18

Como era de esperar, la familia lo llenó de preguntas a Agustín cuando éste llegó a su casa. Todo era emoción y más que un sueño para Agus, parecía que era un sueño compartido por todos.

Ya entrada la fría tarde, Agustín decidió irse a lo de su amigo para contarle todo lo que le había pasado esa mañana.

Más allá de toda la alegría que sentía Agustín por lo sucedido, Agus le contó al Pelado todas las cosas que había hecho Ana para que él se sintiera cómodo y bien, y como era de esperar por la forma de ser del Pelado, no faltaron las cargadas.

Ana era una chica baja, de pelo castaño oscuro, de ojos marrones y de sólo veintidós años, tres más que Agustín que ya estaba cursando su último año del secundario.

Oriunda de La Boca y de familia trabajadora, Ana siempre quiso salir adelante y progresar en su vida.

Ana había conseguido el trabajo en el Club por medio de su tío que trabajaba en el museo de Boca y siempre desde abajo, logró tener cada vez, más responsabilidades dentro del Club.

Ya era de noche y todos en la casa se habían ido a dormir temprano menos Agustín que se quedó estudiando para el colegio cuando de pronto el teléfono sonó.

_ “Hola”, respondió Agustín casi en silencio para no despertar a su familia.

_ “¿Hola Agustín? Soy Ana, quería saber cómo estabas”.

_ “Ah, hola… bien bien, acá por irme a dormir. ¿Vos como estas, pasó algo?” Le respondió Agustín sorprendido por el llamado.

_ “No, no, quedate tranquilo… Nada más quería saber cómo estabas y como la habías pasado hoy”.

La voz de Ana delataba nerviosismo y la sorpresa lo paralizó a Agustín haciendo pausas entre las respuestas que le daba a Ana.

_ “Acá estoy, un poco cansado después de todo lo que pase hoy, pero feliz. Ah! Y te quiero agradecer por todo lo que hiciste hoy por mí, de verdad”. Pudo decir al fin Agustín entre un respiro que le dieron los nervios.

_ “No te preocupes, no hay de que, no me costaba nada. Bueno yo también me voy a dormir que ya es algo tarde. Te mando un beso Agustín”.

_ “Otro para vos Ana, chau”.

_ “Chau”.

Al segundo después de cortar el teléfono, Agustín se sentó en la mesa de la cocina y mientras su corazón latía como nunca lo había hecho, trató de descifrar el llamado de Ana, que a pesar de ser corto y nervioso, lo alegró.

Una sonrisa de par en par lo inundó por completo y por primera vez logró entender que le pasaban cosas con Ana y que las ganas de contarle a su amigo todo lo que ella había hecho por él, por algo eran.

Cuando Agustín había llegado a la casa, no había podido dejar de pensar en el gesto que había tenido Ana de llevarlo hacia la cancha por donde lo hacen los jugadores. El no lo sabía, pero el regalo de las entradas no era parte de un regalo del Club, sino que Ana lo gestionó así.

Esa noche, Agustín no pudo dormir pensando en su sueño y en Ana. Siempre que cerraba los ojos para tratar de dormirse, una y otra imagen aparecía en su cabeza.

Una semana larga de colegio lo esperaba a Agustín antes del fin de semana dónde daría la entrevista para la radio del Club y dónde iría a la cancha. Esperar era lo único que le quedaba hacer.

9.03.2010

Capítulo 17

Mientras bajaban por el ascensor hacia la cancha para encontrarse con el camarógrafo y la periodista del club, Ana pensó hacerlo salir a Agustín hacia la cancha por el túnel de dónde salen los jugadores.

Agustín no conocía el estadio de Boca por dentro, por lo que las vueltas que dieron para lograr la sorpresa eran una incógnita para él.

Ya en la entrada del pasillo que conduce hacia la cancha Ana le comentó de la sorpresa y que saldría al estadio como lo hacen los jugadores de primera y Agustín, literalmente, no tuvo palabras de agradecimiento para Ana, que por la manera en que lo cuidaba parecía más una amiga que una simple empleada del club.

El recorrido hacia la cancha fue de lo más emocionante para Agustín ya que todo era como se lo había imaginado en su sueño más perfecto. Y para mejor, el domingo del partido él saldría vestido de azul y oro con los jugadores por ahí mismo.

Pero nada tuvo comparación con el momento en que salió del túnel y pisó por primera vez la cancha de su tan querido Club.

Al levantar la cabeza, Agus pudo ver el estadio repleto de gente gritando por Boca y una lluvia de papelitos que caían como cascadas desde los cuatro laterales. Agustín no supo que todo era producto de su imaginación hasta después de unos cuantos segundos. La cancha seguía rugiendo para él y ahora el coro de la hinchada cantaba su nombre una y otra vez.

Ya despierto de su sueño con las indicaciones de Ana para la entrevista los dos se dirigieron hacia el arco que da a la popular local para hacer la nota para la página web del Club.

El camarógrafo y la periodista que se llamaba Cecilia se pusieron a hablar con Ana y con Agustín de diversos temas, pero Agus no hacía más que intentar calmar los nervios que tenía por tener que hacer la entrevista.

Después de un rato de charla, Ana lo dejó a Agustín con la Cecilia  y le dijo que lo vendría a buscar en unos minutos.

La nota tenía que empezar y así, el camarógrafo le indicó a Agustín que empiece a caminar desde la medialuna del área hacia el arco para hacer la toma con que empezaría la entrevista. Los pasos de Agustín eran nerviosos y él no hacía más que pensar en cómo tratar de caminar normal.

El camarógrafo hizo la toma desde dos ángulos diferentes. El primero filmándolo a Agustín desde el arco y el segundo siguiéndolo por detrás hacia el área.

Después de hacer las dos tomas el camarógrafo le dio el ok a Cecilia para empezar con la entrevista y así los tres se dirigieron hacia la mitad de cancha para empezar.

Agustín y Cecilia se sentaron en las sillas y mientras preparaban todo, Cecilia le dijo que le iba a preguntar acerca de cómo se inscribió en el concurso, que sintió cuando ganó y como piensa que va a ser concentrar con los jugadores y estar en el banco de suplentes justamente frente a River y con la posibilidad de poder ganar el campeonato.

La entrevista duró aproximadamente quince minutos y a medida que la entrevista pasaba, Agustín se sentía más tranquilo, pero igual los nervios no le permitieron a Agustín poder expresar todos sus sentimientos de manera clara.

Con la llegada de Ana la entrevista terminó y después de saludarse y felicitar a Agustín, Ana y Agus se fueron para su oficina.

Ya en la misma, Ana le preguntó cómo estaba pasando el día y Agustín sólo pudo agradecerle por todo lo que le estaba pasando ya que estaba cumpliendo su sueño de toda la vida.

Ana le dijo que durante la semana lo iban a llamar de la radio del Club para hacerle una nota para el programa, pero que ella lo llamaría primero para avisarle pero que después no lo molestarían más.

Pero Ana tenía una sorpresa para Agustín. Tanto él como su familia, estaban invitados por el Club para ver el anteúltimo partido del torneo ante Arsenal de visitante, y que un remís los pasaría a buscar dos horas antes del partido y los llevaría de vuelta para su casa cuando termine el partido.

Agustín volvió a agradecerle por todo y esta vez se despidieron con un abrazo.

Ahora, Agustín no tenía que hacer más que esperar a que pase la semana para poder ir con su familia a ver a Boca y así después esperar a que su sueño por fin se haga realidad.

8.31.2010

Capítulo 16

Mientras atravesaban el pasillo para tomar el asensor hacia la planta baja e ir para la cancha, a Agustín le pareció ver a lo lejos a una persona conocida. El caminar cansino y la altura de la persona, le recordaban a alguien que lo puso tan tenso que los nervios lo azotaron de repente, al darse cuenta que a quién vio era nada menos que Riquelme.

Román estaba caminando hacia la oficina del presidente y el cruce entre ambos era inevitable.

Ana, al darse cuenta de los nervios de Agustín, le pregunto:

 _ “¿Querés saludarlo, no?”

Agus le respondió que sí con la cabeza, ya que no le pudieron salir las palabras. Estaba por conocer a su gran ídolo junto a Palermo.

Agustín recordó, que en su bolsillo guardaba el poema que le había escrito a Román la noche anterior y pensó que si los nervios lo ayudaban un poco se lo daría.

El momento había llegado. Los tres se encontraban juntos. Román saludo a Ana y antes de que ella le presentara a Agustín, Román lo saludo a Agus. Él no podía creer que su ídolo lo había saludado y recordó con bronca el consejo que no aprovechó de su mamá de llevar la cámara de fotos.

De pronto Agustín se armó de valor y lo saludó a Riquelme, mientras que éste le palmeó el hombro con una sonrisa como gesto de despedida, y justo cuando se estaba yendo Agus le regaló el poema que le había escrito.

_ "¿Esto es para mí, que es?", le preguntó Román a Agustín.

_ “Es un poema que te hice ayer y justo lo tenía en el bolsillo y bueno, te lo quería dar”.

Ana sonrió y dijo sorprendentemente no saber que se encontraba frente a un escritor.

Todos se rieron y así Román se despidió prometiéndole a Agustín que lo leería.

Agus se quedó inmóvil y estuvo así hasta que Ana le preguntó si estaba bien. No podía creer nada de lo que le había pasado. En solo unos pocos días ya había podido cumplir varios de sus sueños, pero lo que no sabía era que todo eso no era más que el comienzo de una gran historia.

8.27.2010

Capítulo 15

El viaje desde su casa a la Bombonera tardó aproximadamente una hora, y durante el transcurso del mismo, la cabeza de Agustín parecía una olla a presión. Todas sus ilusiones y sus sueños estarían por volverse realidad, y más allá de saber que compartiría la concentración con sus ídolos, Agustín tenía todavía el sueño de poder jugar en Boca, ya que con la firma del contrato lo podría hacer. Ese sueño, claro está, era más que imposible, ya que el entrenador, el mismísimo Carlos Bianchi, ni loco lo pondría en la cancha, pero la ilusión para Agustín, aunque bien dentro de su corazón, existía.

El remís ya había llegado y después de pasar ciertos controles, Agustín ya se encontraba dentro de la Bombonera. El hall del tercer piso donde estaban las oficinas era gigante. Las paredes eran blancas y de todas colgaban cuadros con los momentos más recordados de la historia Xeneize. A Agustín le pidieron que esperase en un sillón enorme que estaba entre la oficina de tesorería y la del Presidente del club. Allí, Agus se sentó esperando a que alguien fuera por él.

A los diez minutos Ana apareció y después de saludarse con un beso, ella le pasó a explicar los pasos a seguir para esa tan ansiada mañana.

Primero, Agus tendría que firmar el contrato y después irían para la cancha para hacer las entrevistas, pero lo que no sabía Agustín era que el contrato lo tendría que firmar, nada menos que con el Presidente del Club.

_ “¿Estás listo para la firma del contrato?”, le preguntó Ana entre risas, “entonces vamos que nos espera el tesorero y el Presidente”.

Agustín no lo podía creer, tanto estaba pasando para que el pudiese cumplir su sueño.

Ana golpeó la puerta de la oficina presidencial y ahí mismo el tesorero y el presidente ya los estaban esperando con el contrato listo.

Después de saludarse cordialmente, Agus tomó asiento en una silla que se parecía más a un sillón de lo cómoda que era. El Presidente pasó a explicarle que el contrato duraría un mes, ya que era el mínimo establecido por la A.F.A. y que él esperaba que su paso por el club fuese de lo más agradable.

_ “¿Tenés alguna duda Agustín sobre el contrato?” Le preguntó el Presidente.

_ “No señor, solo dígame dónde tengo que firmar y lo firmo ya”. Le respondió algo nervioso Agustín.

_ “Tenes que firmar acá y acá. Vos quedate tranquilo que Ana se va a ocupar de vos en todo lo que respecta al concurso. Vos sólo tenés que disfrutar de todo lo que te va a pasar, ¡y vamos a ver si nos traes suerte y salimos campeones!”

_ “Gracias señor”, fue lo único que Agustín pudo decirle.

Pasada la firma del contrato, Ana lo invitó a Agustín a retirarse para que el Presidente siga con su trabajo.

Agustín ya era jugador profesional del Club, su sueño de chico, aunque por un mes, ya se había hecho realidad.

8.13.2010

Capítulo 14

Después de haberse ido a lo de su amigo para contarle todo lo que le había pasado, Agustín volvió a su casa para cenar con su familia.

Ya en la mesa todos lo llenaban de preguntas e imaginaban lo que sería poder pisar la cancha de Boca y sentirse un poquito jugador de futbol.
 También en la mesa se habló de las faltas que tendría Agustín en el colegio por tener que ir a la cancha por las entrevistas. María era muy exigente con la escuela y le hizo prometer a Agustín que tendría que recuperar todo lo que se perdería por el tema del concurso.

Ya habiendo terminado de comer, Agustín se fue rápidamente a su cuarto. Nadie en la familia lo sabía, pero Agustín era escritor, y siempre escribía sobre Boca.

Más allá de escribir sobre las cosas buenas y malas que le pasaban, Agus escribía poemas sobre el club de sus amores, y esa noche, imaginándose en la cancha jugando con su ídolo Román, Agustín escribió un poema al que él tituló “La pelota y el 10”:


“La pelota se comportaba de manera insólita. Ninguno podía dominarla.

Parecía que les hacía burla a los jugadores.

Quizá, castigada por los rústicos centrales que la despreciaban, se había ofendido.

Pero ni con el 5 cauteloso y simple ella se dejaba seducir.

En la tribuna, murmullos bajaban.

Los jugadores, al no poder domarla, no percataron que la dureza en el juego no era una solución.

Alguien dijo desde la platea: ¡que pelota sinvergüenza! Y como si ella lo hubiese escuchado, con cada minuto que pasaba se escurría más entre los pies de los jugadores.

Tiros al arco eran desviados mágicamente al lateral y los pelotazos eran pausas eternas en donde la pelota parecía visitar balcones.

Consternados los jugadores frente a los silbidos del público, seguían errando con la solución, al poner eso que algunos llaman huevo.

No percataban que a su rispidez, la pelota se volvía más incontrolable.

Algunos dicen de esa tarde que desde la cancha se escucharon carcajadas socarronas cuando la pelota hacía lo que quería después de un pase o de un remate al arco. Los más sabios dicen que era ella…

Para colmo, a los 40 minutos del segundo tiempo una de las más feroces tormentas cayó sobre la cancha.

El viento parecía el mejor aliado de la pelota, y la lluvia, el mejor amante.

Si antes hacer un pase de sólo un metro, o dos como mucho era imposible, ahora la pelota hacía lo que quería.

Corría el minuto 44, cuando el número diez del equipo local pudo dominar al balón un instante, para que un defensor contrario se deslice sobre el charco de agua cerca de la medialuna del área para derribarlo a él y a la pelota.

La tormenta había despertado a los hinchas y junto a los coros de los truenos de fondo, la cancha parecía rugir.

Si no fuera por las manos de los hinchas, todos hubiesen perdido sus remeras. El viento, veloz y pillo, pudo arrebatarle a alguno su camiseta cuando al agitarla, su corazón posó toda su fuerza en su garganta y no en su mano.

El 10 del equipo local, tomó la pelota y la acomodó con el pico al cielo para que respirase tranquila.

Protector, le ordenó al juez que aleje a la barrera del balón mientras daba unos pasos hacia atrás.

Tomó aire un instante y sucedió el milagro. Un derechazo cargado de poesía le ordenó a la pelota penitencia en el ángulo derecho del arco.

Se dice que esa tarde quedará para la historia.

La Bombonera latió como pocas veces lo hizo de la mano de un pintor con el número 10 en la espalda.

Latió por el pié derecho del 10.

Latió por la magia incomparable, de Román.”


Después de haber escrito un poema sobre uno de sus máximos ídolos y poder relajarse al menos por un rato, Agustín se propuso calmar aún más sus nervios y tratar de dormir para poder disfrutar del día que tendría mañana.

Él no lo sabría, pero sus ansias de sentirse jugador de Boca no lo dejarían dormir en casi toda la noche. Vueltas y vueltas daría en la cama para poder dormir.

De pronto Agustín se despertó sobresaltado y miro su reloj. Eran la 6 de la mañana. Pensó en seguir durmiendo, pero como se levantaría dentro de una hora decidió levantarse e ir a la cocina a tomar unos mates mientras esperaba la hora de desayunar e irse.

El tiempo paso demasiado lento para su confundida cabeza, y de a poco todos se fueron levantando para reunirse en la mesa de la cocina para desayunar.

Agustín decidió llevar a sus hermanos al colegio para matar un poco el tiempo. Ya al regreso, la hora que faltaba pasó un poco más rápido y a eso de las nueve menos cinco una bocina y un timbre lo despertaron de lo que parecía un sueño. El momento más importante en su vida había llegado. Agustín se iría a la cancha de Boca a firmar el contrato para ser jugador del club y para pisar luego el verde césped y hacer unas entrevistas.

Como un jugador profesional, como lo que siempre había soñado, la vida de Agustín ya había empezado a cambiar para siempre.

8.03.2010

Capítulo 13

Al llegar a su casa después del colegio y mientras miraba la televisión esperando por el almuerzo el teléfono sonó.

 _ “¿Hola?”, contesto Agustín.

 _ “Hola, ¿podría hablar con Agustín por favor?” Una voz de mujer le respondió.

 _ “Si soy yo”, dijo él.

_ “Ah, hola Agustín. Mira yo me llamo Ana y te estoy llamando de Boca Juniors. Te quiero comunicar que mañana vas a tener que dar un par de entrevistas para distintos medios radiales y televisivos, incluyendo una para nosotros, donde te filmaremos en la cancha mientras te hacemos un par de preguntas, ¿ok?”.

Agustín se quedó callado al no poder comprender lo que estaba escuchando. Su corazón se lleno de nervios al imaginarse pisando la mismísima Bombonera. No podía creer lo que acababa de escuchar.

 _ “Hola Agustín, ¿estás ahí?”.

 _ “Si, si, acá estoy”, respondió tenso.

 _ “Bueno, te comento un poquito más sobre el día de mañana. A alrededor de las 9 de la mañana te pasamos a buscar para que vengas a la oficina a firmar los papeles donde nosotros te inscribimos como jugador profesional del club para que puedas concentrar y estar en el banco de suplentes. Después, nos vamos para la cancha donde te vamos a hacer la entrevista y alrededor de las doce del mediodía te van a hacer dos notas más. Una para la radio oficial de Boca y la segunda para el diario Olé, donde también te van a sacar unas fotos para su página web, ¿está bien? ¿Alguna duda?”.

 _ “No. Ninguna duda. Entonces mañana me pasan a buscar a las 9”. Respondió Agustín sin saber bien lo que decía. Pero al segundo se dio cuenta de lo que le habían dicho y continuó.

 _ “Pero pará, mira que yo nunca hice una entrevista y no voy a saber bien que decir”, le dijo Agus nervioso.

 _ “No importa Agustín. Lo importante es que vos respondas con tranquilidad y que digas lo que sentís después de haber ganado el concurso. Después de lo otro me ocupo yo, no te preocupes que te voy a acompañar en todas las entrevistas y vas a ver que te van a terminar gustando”. Le dijo Ana protectora y amablemente.

 _ “Está bien, mañana los espero”.

 _ “Hasta mañana Agustín, ¡y anda preparándote que la vas a pasar bien!

Al segundo después de cortar el teléfono Agustín corrió para contarle a su mamá lo que había pasado y a decirle que no comería ya que se iba para lo del Pelado a contarle.

Agus estaba incrédulo ya que vivía todo como un sueño.

El día de mañana sería increíble para él y nunca más se lo olvidaría.

8.02.2010

Capítulo 12

El despertador sonó como cada día de colegio a las 6 y media de la mañana. Agustín no había podido dormir casi nada, ya que en su cabeza sonaba ese canto que la hinchada le ofrece siempre a sus ídolos, pero esta vez con un: “Agus, Agus, olé olé olé olé, Agus, Agus…”. Con sueño pero sin cansancio Agustín se levanto incrédulo frente a la tarde que había vivido en la cancha. En ciertos momentos de la noche donde se despertaba de un sueño cortado pensó que todo era un sueño, pero al caer en la realidad todo mal pensamiento desaparecía para así volver a escuchar en su cabeza el canto de la hinchada.


Ya despierta toda la familia y en la mesa desayunando, los dos hermanos de Agustín le preguntaron de todo sobre la tarde anterior donde él se había consagrado ganador. Todos seguían sin poder creer que Agustín iba a ser parte del plantel de Boca.

Agustín tenía una sorpresa para la familia que no les había dicho el domingo a la noche. Agus había pensado decírselas el día previo al partido pero las caras de sus hermanos pudieron más. La noticia era que toda la familia estaba especialmente invitada para el partido, y para colmo lo verían en un palco. Ni los hermanos y la madre de Agustín se habían imaginado ver un partido de su querido Boca en un palco. Todo parecía increíble para todos, pero más para Agustín, ya que sentía que gracias a él toda su familia estaba contenta y sin las preocupaciones de siempre.

Ya eran las 7 y cuarto y los 3 hermanos partieron rumbo al colegio. Abrigados a más no poder por los dos grados que hacía caminaron las 5 cuadras de distancia hacia el colegio.

Agustín acompañó a sus hermanos a clase y cuando entró a su salón un inmenso cartel que decía “Vamos Agus” colgaba de la pared sobre el pizarrón. Ni bien pisó el aula todos sus compañeros y su profesora comenzaron a aplaudir. Agus no lo podía creer. Miró a cada uno agradeciéndole por el gesto mientras sonreía de emoción.

Todos le preguntaron sobre la tarde anterior y con la complicidad de su profesora Agustín contestó absolutamente todo lo que sus compañeros le preguntaron. Pero ya pasada media hora de charla la clase tenía que empezar y así la clase volvió a su normalidad.

Como era de esperar Agustín no pudo prestar nada de atención. Su carpeta era un collage de dibujos de la cancha de Boca repleta de gente, y en su cabeza sonaban una tras otra las canciones de Boca.

El timbre anunciaba que el día de clase por fin había terminado. Agustín espero en la puerta del colegio a sus hermanos y así los tres se fueron para su casa.

Agustín tenía pensado pasar por lo de su mejor amigo después de almorzar, pero sus planes no iban a ser precisamente esos. Un llamado lo iba a sorprender y con el, su vida empezaría a cambiar para siempre.