7.29.2010

Capítulo 11

Como era su costumbre María escuchó el partido por la radio. Antes del sorteo ella ni recordaba el concurso.

Su rutina de domingo pasaba por ocuparse de la casa mientras preparaba varias comidas para congelar y lavaba la ropa de sus hijos para qué empiecen la semana con la ropa limpia de colegio, por lo que al escuchar el nombre de su hijo por la radio la hizo estallar de alegría y de sorpresa.

Lo primero que hizo fue abrazarse con sus hijos y ponerse a llorar de emoción. Nadie podía entender que Agustín había ganado y que iba a poder cumplir su sueño de jugar en la primera de Boca.

Risas y llantos se mezclaron con el festejo. Todos se sentían ganadores. Era un sueño compartido por una familia que siempre había luchado por salir adelante. Después de la primera emoción todos se sentaron en la mesa a escuchar el segundo tiempo mientras María se puso a cocinar empanadas para recibir a Agustín.

Ya terminado el partido y esperando a Agustín, María sintió cierta nostalgia al recordar una vez más a su amado esposo quién no iba a poder ver cumplir el sueño de su hijo mayor. De espaldas a la mesa donde se encontraban Tomás y Juana, María empezó a llorar. Mitad emoción y mitad tristeza. Rápidamente limpió sus ojos con el repasador ya que no quería empañar la felicidad que sus hijos tenían por su hermano mayor.

Una bocina los sorprendió a todos. Agustín había llegado a la casa. Abrió la puerta lo más rápido que pudo y corrió para abrazarse con su madre. “gane mamá, gane…”, repetía una y otra vez con lagrimas en los ojos. El abrazo duro lo que la felicidad quiso para que después sus hermanos se unieran a este. Todos eran ganadores y todos cumplirían por medio de Agustín su propio sueño.

Se había hecho tan tarde sin que nadie se diera cuenta, que María dispuso que todos se fueran a dormir. Ninguno sabía que la vida les iba a cambiar para siempre.

Agustín ya en su cama no pudo dormir en toda la noche. Sin saberlo, tendría unas dos semanas de ensueño, donde iba a saber lo que era ser jugador del Club Atlético Boca Juniors.

7.17.2010

Capítulo 10

A Agustín lo fueron a buscar para invitarlo a firmar los papeles del concurso y para ver el segundo tiempo en el palco presidencial. Supervisado por Jorge firmó un par de papeles y se dispuso a ver el segundo tiempo comiendo sándwiches de miga con coca.

Agus estaba en estado de shock, entre la felicidad de saberse ganador y la incredulidad de no entender lo que le estaba pasando. Por un lado quería volver rápido a la casa para contarle a su mamá y por el otro lado quería quedarse a ver el segundo tiempo.

Ya comenzada la segunda parte se escuchó un estruendo en la cancha ya que River estaba perdiendo 1 a 0 frente a Rosario Central, lo que si Boca ganaba hacia que queden los dos punteros faltando dos fechas. No faltó momento en que Agustín pensó que el torneo se definiría en el último partido frente a River de local. Un final inimaginable para cualquier hincha de Boca, pero más para Agustín porque él sería parte de ese equipo.

El concurso consistía en que el ganador concentraría el viernes y el sábado con el equipo y formaría parte del plantel entrando a la cancha para después sentarse en el banco con los suplentes. Pero un reglamento de la AFA indicaba que para que Agustín pudiese estar con el plantel lo tendrían que anotar como jugador del club, lo cual hacia posible que Agus pudiera entrar a jugar el partido siempre y cuando, cosa más que imposible, el entrenador lo quisiese así.

El partido estaba peleado y la mitad de la cancha parecía un obstáculo imposible para pasar. Parecía que lo único que podía definir el partido para alguno de los dos equipos era una pelota parada.

Corría el minuto cuarenta cuando a Riquelme le hicieron una falta dura a 40 metros de del área de Argentinos. Mientras el árbitro armaba la barrera, desde los cuatro lados bajaba a coro perfecto la siguiente canción: “…ponga huevo, huevo los Xeneizes, ponga huevo, huevo sin cesar, que esta tarde cueste lo cueste, esta tarde tenemos que ganar…”.

Riquelme acomodó la pelota como solo él sabía hacerlo. Parecía que la cuidaba. Los agarrones en el área eran incontrolables para el árbitro por lo cual este hizo la vista gorda. Pasado ya un minuto de la falta el juez ordenó que se juegue y como esas maravillosas e inexplicables cosas que pasan, la pelota fue adonde la cabeza de Palermo quiso y así al ángulo superior izquierdo, para clavar el dos a uno y hacer delirar a toda la Bombonera. El sueño de ganar el campeonato se hacía cada vez más posible con este resultado.

Agustín gritó el gol como pocos. Allí en el palco el estaba delirante de felicidad al ver a su Boca ganar y ponerse puntero junto a River.

El juez del partido adicionó 4 minutos, los cuales eran demasiado para todos en la cancha. Pero siguiendo el curso cortado y sucio del partido, éste término al final con ese dos a uno que dejaba a River y a Boca punteros a dos fechas del final del torneo.

Terminado el partido, a Agustín lo llevaron a la casa en un remís y le dijeron que estuviera preparado porque en la semana tendría que hacer unas entrevistas contando lo que era para él ser el ganador del concurso.

Sin caer en la realidad Agustín se subió al remís con Jorge como si nada hubiese pasado. Agus todavía no se había dado cuenta que cumpliría su sueño de toda la vida. Para él, una semana más iba a comenzar, donde el colegio y los quehaceres de la casa serían su prioridad.

7.13.2010

Capítulo 9

Con el pitazo final del árbitro toda la tribuna supo que era el momento de dejar descansar las gargantas y las piernas. Agustín y Jorge se sentaron uno al lado del otro y apoyaron sus espaldas sobre el sostén de un para avalanchas. Pero la tranquilidad en que se vivía el entre tiempo no era la habitual.

De pronto, desde la tribuna que estaba en frente de la de Agustín la gente se empezó a parar y a entonar canciones improvisadas acerca del concurso, y como una ola llena de velocidad todo el estadio empezó a cantar la misma canción: “… aunque gane o pierda no me importa una mierda, sigo siendo bostero porque a Boca lo quiero, porque a Boca lo quiero…”y así una y otra vez, una y otra vez.

La gente seguía cantando hasta que alguien apareció de la boca del túnel de donde salen los jugadores. Con un micrófono en la mano esa persona dijo: "¿están listos para el concurso?" Al escuchar esas palabras todo el estadio enmudeció rápidamente. Un silencio atroz invadió las almas de todos los hinchas de Boca que estaban la cancha.

Agustín, que no había cantado la canción, se había parado solo para que no lo pisen los demás hinchas. El seguía con su pensamiento de que era imposible ganar. Sentía una resignación al ver su sueño tan cerca y demasiado lejos a la vez.

El locutor ya en el medio de la cancha invitó a pasar a una chica, la cuál era la indicada de llevar el sobre con el nombre del ganador dentro.

En ese momento se sintió latir al unisonó a todos los corazones que estaban en la cancha esperando por el dictamen.

El animador comenzó a hablar acerca de la legalidad del concurso y de la forma en que se había obtenido el ganador. Y después de aclarar la parte legal del sorteo siguió diciendo: “¿…están listos? ¿Están preparados para cumplir su sueño? ¿Están listos para entrar en la página más gloriosa del Club Atlético Boca Juniors?... uno de ustedes va a tener el honor de concentrar y de estar en el banco de suplentes junto a dos de las grandes glorias de este club. Por favor, con ustedes, Martín Palermo y Juan Román Riquelme, quienes les anunciaran al ganador.

La cancha literalmente se vino abajo. Una mezcla hermosa de aplausos y gritos se escuchó al ver entrar a esos dos ídolos Xeneizes, para después escucharse el ya clásico Palerrrrmo, Palerrrrmo y Riqueeeelme, Riqueeeelme.

El corazón de Agustín empezó a latir como nunca al ver a sus ídolos. El siempre había soñado con ser como ellos y tocar la gloria con las manos al jugar en la primera de Boca.

Pero por dentro Agus seguía sintiendo una decepción que para esa altura ya se había convertido en una tristeza inexplicable al pensar en que era imposible ganar.

Palmero tomó el micrófono y saludo de parte de los dos a la gente, y ahí el presentador retomó diciendo: “¿están listos para saber quién es el ganador?”. Todo el estadio respondió que sí menos Agustín que seguía con ojos mojados la definición del certamen. Y de la boca de Palermo se escuchó: “y el ganador es… y el ganador es… y el ganador es: Agustín Ríos de la ciudad de Lanús del Gran Buenos Aires”.

El estadio entero comenzó a aplaudir al ganador y el corazón de Agustín se paralizó mientras Jorge lo miraba con una sorpresa extrema. Agustín no podía entender que era lo que pasaba ni lo que le pasaba por dentro. Su alma rebosaba de alegría mientras él seguía con la boca abierta y sus manos sobre la cabeza mirando hacia la nada.

Agustín era el ganador del concurso y cumpliría su sueño de estar en la primera de Boca. El llanto se apoderó de él y mirando al cielo comenzó a reír de alegría. Por fin, el sueño que compartía con su padre iba a hacerse realidad.




7.09.2010

Capítulo 8

En los primeros minutos del partido Boca arroyaba a Argentinos Juniors y la Bombonera latía como siempre al unisonó con los jugadores que parecían comprender la pasión de su querida hinchada. Y ahí estaba Agustín, en un costado de la tribuna con su camiseta y con su amor por los colores azul y oro.

La experiencia de ir a la cancha para Agus era increíble. Era un ritual que seguía cada domingo que Boca hacía de local. Simplemente era un sentimiento, “mi sentimiento”, como le gustaba decir a él.

Promediando el primer tiempo el partido se hizo más disputado, lo cual hizo que la hinchada un poco aburrida por la calidad del juego grite cada vez más, mientras otros con la oreja en el partido de River les transmitían a sus compañeros de tribuna lo que acontecía en la otra cancha.

Argentinos Juniors empezó a manejar la pelota y haciendo costumbre de sus habilidades logró marcar un gol en el minuto 44, y a partir de ese momento, la bombonera se vino abajo.

Todo el estadio comenzó a gritar por el equipo y en el último minuto del primer tiempo desde una radio se escuchó a un relator enloquecido que decía:

“…tiiiiiro libre para Boooca. Desde los pies del más grande número 10 Xeneize esperamos el tan querido empate. Ordena a la barrera Román señalando a los jugadores contrarios que se acercan hacia él con disimulo. ¡Respete la barrera señor juez! Piensa Román parado y esperando en el borde lateral derecho de la medialuna del área. ¡Piense y ejecute maestro! Se viene Román hacia la pelota, ¿va a patear al arco? ¡No, jugada preparada de Boca, pase al costado derecho de la barrera para un libre Palermo! ¡Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, genios, genios los dos y Gooool de Palermo, Goooooooooooooooooooooooool! ¡Gooooooooooooooooooooool, Gooooooooooooooooool de Boca señores! ¡Empata Boca el partido en la última jugada del primer tiempo! ¡Bien Román, bien Titán, bien en ustedes por hacer esa magnífica jugada y empatar el partido!

Uno a uno y fin de la primera parte. Vamos a una pausa y en un ratito el gran momento de la tarde. El sorteo para que uno de ustedes cumpla su sueño de jugar en Boca. ¡Uno a uno el partido, pausa y ya volvemos!

7.03.2010

Capítulo 7

A medida que se acercaba a la cancha de Boca el colectivo se iba llenando de gente que también iba a ver el partido, por lo que la media hora que faltaba para llegar pasó rápido entre bromas que tanto Agustín y Jorge se hicieron sobre la posibilidad de que Agus ganara el concurso y algún que otro cantito Xeneize entonado por los que se habían sentado en el fondo.

Casi todos los pasajeros del colectivo bajaron en la Boca. Como era costumbre, los dos caminaron las cuatro cuadras que los separaban de la cancha charlando sobre el posible equipo titular y especialmente sobre los dos grandes ídolos de Agustín, Palermo y Riquelme.

Agustín y Jorge llegaron al sector del estadio donde siempre iban. La cola era bastante larga y para sorpresa de Agustín absolutamente todos los que esperaban para entrar hablaban del concurso. La ilusión para los hinchas era máxima, y todos creían tener chances de ganar. El partido parecía estar en segundo plano, más allá de que Boca estaba segundo a 2 puntos de River con pocas fechas para terminar el torneo.

Al escuchar a todos hablar del sorteo, la gran esperanza de Agus cayó en picada. Por fin se había dado cuenta de la magnitud del concurso y de toda la gente que se había inscripto, incluso también a todos los hinchas del interior del país que no estaban en la cancha.

La ilusión se desvanecía a medida que Agustín se acercaba a la entrada de la tribuna popular de Boca, donde frecuentemente se ubicaban los dos. El sueño que había tenido con su papá y su propio sueño parecía que se habían terminado al llegar a la tribuna.

Las banderas, los bombos y el canto de la gente generaban en Agustín una música indescriptible, por lo que Agus se propuso disfrutar del partido y de la posibilidad de quedar puntero si River perdía contra Rosario Central, sin importarle ya el concurso. Él estaba seguro de que no iba a ganar.

El resultado de la convocatoria se iba a dar a conocer en el entre tiempo. Pero poco le interesaba a Agustín. Lo único que él quería era ver un pase de Riquelme hacia Palermo y gritar un gol del Titán para acercarse a la punta del campeonato.

Los equipos ya habían salido a la cancha y la recepción para el Xeneize fue como siempre increíble, con una lluvia torrencial de papelitos que cayeron desde los cuatros costados de la cancha.

El partido ya estaba por empezar, y cantando como siempre Agustín solo quería ver al club de sus amores. Para el sorteo solo faltaban cuarenta y cinco minutos.

Pitazo del árbitro. El partido ya estaba en marcha.

7.01.2010

Capítulo 6

A los 6 años, Agustín empezó a jugar al fútbol en su club de barrio, el “Club Amigos de Lanús”. El club era muy familiar, tanto, que en los días de partido casi todas las familias del barrio iban a alentar a sus jugadores.

Era una tarde más en las que todas las divisiones del Club jugarían contra el Club Atlético Lanús, pero desde temprano se cuchicheaba en los rincones que dos veedores de Lanús iban a ir a ver a un jugador de “los amigos”, tal como se lo llamaba al club cariñosamente.

Ya desde temprano, todas las familias se encontraban en el club comiendo y divirtiéndose, pero todas sentían un orgullo enorme de saber que uno de los suyos era requerido nada menos que por Lanús.

Transcurridos ya tres partidos, era el turno que la división de Agustín jugase. De pronto, dos hombres vestidos de traje se sentaron en una de las gradas del costado para ver el partido.

Como era habitual, Agustín se despachó con 5 goles para su equipo, pero al enfrentar al poderoso Lanús, “los amigos” perdieron 10 a 5. Más allá del resultado los aplausos para los chicos bajaron desde los cuatro costados de la cancha, y todo sucedía como siempre.

 De repente, los veedores se le acercaron a Agustín y le dijeron:

_“Pibe, ¿querés jugar en las divisiones inferiores de Lanús?”.

Agustín se quedó inmóvil, no podía creer lo que le habían dicho. Su sueño de jugar en primera parecía hacerse realidad.

 Rápidamente apareció el padre de Agustín, quién le ordenó que vaya a cambiarse al vestuario.

 Ya bañado y cambiado, Agus volvió al hall del club a hablar con su papá, no podía quedarse tranquilo después de semejante oportunidad. Para colmo sus compañeros estaban tan contentos como lo estaba él. Todo parecía un sueño.

 Ya en el hall, Agustín encontró a su papa. Por decisión del padre ambos se fueron a caminar solos y tranquilos. Parecía que algo importante pasaba, ya que cuando Agus salía a caminar con su padre, siempre algo significativo ocurría.

 Esta vez los dos se sentaron en la casa que estaba en la esquina del club. Su papá lo abrazó rodeándole el hombro y le dijo:

 _“Agus, quieren que juegues en las inferiores de Lanús. Quieren hacerte un contrato y que seas jugador del club”. A punto de ser interrumpido por el sí de Agus el padre retomó.

 _“Para un poco. Yo sé que es tu sueño pero para aceptar tengo una condición. Prométeme que vas a estudiar más de lo que venís haciendo, y si yo me entero que desaprobás una materia te saco de Lanús y se terminó todo”, imponentemente le dijo su papá.

_“Te lo prometo pá, te lo prometo”, le respondió Agus.

_“Bueno, entonces vamos para casa a festejar con tus hermanas y con tu mamá que va a estar más contenta que nosotros dos juntos cuando se entere”.

Ambos se fundieron en un abrazo largo y se fueron para la casa. Al llegar y con la noticia bajo el brazo, todos cenaron la especialidad de la casa, las empanadas caceras de María. Todos estaban muy felices, hasta los pequeños hermanos de Agustín que no entendían lo que pasaba pero percibían el buen ambiente familiar.

Ya eran las 10 de la noche y todos se fueron a dormir para levantarse al otro día. Una nueva semana de trabajo y clases iba a empezar.
 Eran las cuatro de la mañana y todos estaban durmiendo. De repente, Agustín escuchó a su mamá gritar. Rápidamente se levantó y se fue corriendo para el cuarto de sus padres. Y allí vio lo peor. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a su padre muerto de un ataque al corazón en la cama. A partir de ese momento, su mundo y todas sus ilusiones se desvanecieron. Sin saberlo, su vida y la de toda su familia íba a cambiar para siempre.